Que Messi sea culpable o no de
defraudar cuatro millones de euros me parece, dentro de lo
que cabe, irrelevante. Si es culpable, que se atenga a las
consecuencias de sus actos. Punto. Creo que sobre esta
cuestión no hay debate posible. A lo que nos debe llevar lo
que está ocurriendo estos días en torno al número 1 del
mundo es, en mi opinión, a dos preguntas clave: 1ª) ¿de qué
métodos (tanto legales como ilegales) se sirven las grandes
fortunas para no pagar lo que justamente deberían?. 2ª) ¿Nos
informan realmente los grandes medios de comunicación sobre
el fraude de los que manejan el poder en nuestro país y en
el mundo? A partir de aquí, debatamos.
Los Bárcenas, la Gürtel, los ERE de Andalucía o los Rodrigo
Rato no son excepcionalidades, sino el reflejo de una
estructura política que llama a la corrupción. Desde luego,
estos casos, aun dentro de un sistema político injusto
diseñado para que el rico pueda hacerse más rico a costa del
trabajo de mayorías que se ven obligadas a hacer malabares
para llegar a fin de mes, están considerados como ilegales,
se sitúan fuera de la legalidad y, dentro de la esperanza de
que la separación de poderes sea algo real, se espera que
sean fuertemente sancionados por la justicia. Pero hay otro
tipo de corrupción que se considera legal y que es, desde la
concepción de la política en la que se ampara, la que da
legitimidad moral a la ilegal. Se trata de una corrupción
que refleja que en este país, la alta política ha sido
diseñada para hacer negocio.
Luis De Guindos, actual ministro de Economía, fue miembro
del Consejo Asesor de “Lehman Brothers”, una de las
principales compañías financieras culpables de la crisis.
José Ignacio Wert, a cargo de la cartera de Eduación,
trabajó para el BBVA como adjunto de su presidente Francisco
González. Pedro Morenés, el encargado de la Defensa
Nacional, fue director de “MBDA”, empresa fabricante de
misiles, y consejero de “Instalaza S.A.”, la principal
fabricante de bombas de racimo hasta la prohibición de éstas
en 2008. Nuestros ministros no son representantes públicos;
son hombres de negocios elegidos para mirar por el bien de
las empresas a las que representan. La conexión entre
política y empresa privada salta a la vista. Un ejemplo
claro es el del “fenómeno de las puertas giratorias”,
consistente en el traslado de ex miembros de un Gobierno a
los Consejos de Administración de empresas a las que
beneficiaron mediante privatizaciones o beneficios fiscales.
Elena Salgado y José María Aznar ficharon por “Endesa”,
mientras que Felipe González, asesor de Carlos Slim, primera
fortuna mundial, lo hizo por “Gas Natural”. Tan sólo son
tres casos. Todo esto es legal, lo que demuestra que la ley
no obedece a principios éticos ni de justicia. Es legal
desde el punto de vista jurídico, pero ilegítimo y corrupto
para los que creemos que la política debe servir para
solucionar los problemas sociales y procurar una mejor vida
al conjunto de la ciudadanía. No se puede exigir sacrificios
a los ciudadanos mientras siguen manteniéndose mecanismos
legales de evasión de impuestos como las SICAV, mientras
gente con responsabilidades en la crisis económica ocupa
cargos de poder y responsabilidad pública, mientras se
llevan a cabo reformas laborales que permiten a las grandes
empresas esclavizar legalmente o mientras que el Gobierno
ejerce de “blanqueador” de dinero mediante amnistías
fiscales. No sólo se aprueban medidas legales para no pagar,
sino que una vez que no se paga se aprueban medidas para que
los defraudadores se vayan de rositas si le dan una limosna
al erario público. Que Messi haya defraudado unos millones
al fisco sólo sería un escándalo si todo lo que acabo de
escribir no ocurriese.
Hablemos ahora de la información que recibimos a través de
los diseñadores de la realidad, de esas empresas privadas
con ánimo de lucro manejadas por bancos y multinacionales a
las que llamamos medios de comunicación. Hace unos días leí
un artículo muy interesante que comparaba el tratamiento
informativo sobre distintos casos de fraude: el de Emilio
Botín y el de Leo Messi. Mientras que Messi es investigado
por evadir 4 millones, Emilio Botín lo fue en 2011 por una
trama en la que se calculó que podría tener ocultos hasta
1.000 millones en una cuenta suiza. Al día siguiente de
saberse la noticia sobre el jugador del F.C.Barcelona, las
portadas de la práctica totalidad de periódicos españoles
llevaban la cara del argentino; al día siguiente de lo de
Botín sólo uno se hizo eco (y muy amablemente) del
escándalo. Uno, aunque rico, es un simple futblista; el otro
manda en este país.
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