Mientras el presunto gobierno
mundial en la sombra, compuesto por unos 140 personajes de
la política, de las finanzas, de los medios de comunicación,
de la intelectualidad y de la realeza… se reunían a puertas
cerradas el fin de semana del 8 de junio en Hertfordshire
(Inglaterra), para presuntamente marcarles los pasos a
seguir a sus pastores esparcidos por el universo. Con el
único objeto de proseguir llevándonos desde su ordeno y
mando al pensamiento único y a la total sumisión y
esclavitud.
Servidor, Caballero cubierto o lobo solitario, al negarme
que me roben con intrigas y engaños las señas de identidad
de mis esencias. Realicé una visita turística y cultural a
Córdoba, alojándome en la habitación número 5 de la primera
planta del Hotel Mezquita, sito en la Plaza Santa Catalina.
Hotel que recomiendo, por encontrarse en el mismo corazón de
la judería junto a la Mezquita. El que a pesar de no ser de
cinco estrellas, mi estancia allí fue muy confortable.
Porque nada más traspasar su cancela de hierro, me adentré
en un templo con sus paredes y patio andalusí repletos de
lienzos y de esculturas… propio de los tiempos de nuestros
máximos esplendores en el planeta Tierra.
Viaje ansiado el realizado, porque necesitaba embriagarme
nuevamente de tanto embrujo y exquisiteces de al-Andalus, al
hacer unos catorce años que no palpaba tanta excelencia.
Porque la última vez que visité Córdoba y Medina Azahara,
fue cuando me encontraba recopilando datos históricos sobre
la vida y obra del caudillo Muhammad Abi Amir Almanzor.
Libro que edité en el año 2002 y al que titulé: Almanzor “Un
especial universal”.
Almanzor, según mis fuentes documentales nació a orillas del
río Guadiaro. Siendo este caudillo el que realizó la última
remodelación de la mezquita, con ese enjambre de columnas
tan significativas, quedando el mihrab descentrado
definitivamente de todo el conjunto arquitectónico
construido desde su primera fase.
Fue un dictador sangriento y maligno, al que los escribanos
oficialistas algecireños en el 2002, coincidiendo con el
milenario de su muerte, lo vanagloriaron colocándosele en su
honor una estatua en las ruinas merinis, para sonrojo de los
califatos de Córdoba, y deshonra de aquella grandiosas época
de al-Andalus y actual algecireña y andaluza. Porque “para
más inri”, instalaron el susodicho monumento, en la
mismísima Avenida Blas Infante “Padre de la Patria
Andaluza”, donde permanece impoluto.
A Almanzor y a sus protectores historiadores oportunistas,
ya en su día, con la roja tinta de mi estilográfica, les
serví en bandeja lo que se merecían. Tiempo habrá para
volverle a dar el justo descrédito que se merecen. Porque
por quemar, Almanzor, llegó a destruir hasta la biblioteca
existente por entonces, asesinando con alevosía y
ensañamiento hasta a uno de sus hijos y a su suegro.
Por ello, quiero obviarlo desde ya pasando de él y de sus
escribas, para que no se me amarguen los dulces paladares
que degusto en estos momentos. Porque desde aquel viaje que
realicé a Córdoba hasta el de estos días llovió bastante,
nunca mejor dicho, porque el puente romano está remodelado
perdiendo algo del encanto añejo, según la visión que tenía
del mismo en las retinas. Puente, desde donde pude
contemplar, una vez más, unas bonitas panorámicas de la
mezquita y sus alrededores, así como el rastro dejado por
las últimas riadas de malezas en las riberas del
Guadalquivir por la Noria de la Albolafia.
Debo citar los baños califales, la sinagoga, la calleja de
las flores, la del pañuelo. Y, por supuesto, la zona del
Alcázar Viejo en cuyas inmediaciones se encuentran, una vez
traspasados los portales de diferentes casas particulares,
sus maravillosos patios con diversidad de macetas y colorido
propio de edén de edenes, siendo muy visitados como lo son
también las cruces de mayo…
Es obvio que esté gozoso de cuanto contemplé en Córdoba.
Poseyendo tal preñez, hasta el punto, que necesito evacuar
casi todo lo que contiene mi placenta, dejando solamente los
posos de tanta riqueza de nuestros antepasados, para poder
disponer de espacio suficiente, para proseguir
enriqueciéndome de tanto de lo que me queda por visitar de
mi querida Andalucía.
Por ello, si en Sevilla hay que morir; en Granada, Córdoba y
Almería… también, al poseer y conservarse aceptablemente
bien sus maravillas arquitectónicas… Siendo parada y fonda
obligada, estas y las demás capitales, ciudades y pueblos
andaluces, obligadamente, para todos los criollos andaluces.
Porque primero lo nuestro y después todo lo demás, ya que
obras maestras las habrá, pero como las que posee Andalucía,
pocas naciones y estados autonómicos o nacionales españoles
y extranjeros las igualan.
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