En alguna que otra ocasión he
contado yo cómo Juan Luis Aróstegui, hace ya
bastantes años, empezó a ganarse el favor de todos los
periodistas, becarios o no, que venían a trabajar a la
ciudad. En aquellos tiempos, cuando los años ochenta estaban
dando las boqueadas y principiaban los noventa, los
directores de los medios vivían aposentados en la comodidad.
Apenas se movían del sillón de su habitáculo y solían mandar
a la calle a los periodistas recién llegados, sin antes
ayudarles lo más mínimo mediante una lección rápida sobre la
ciudad y sus políticos.
Cuando los periodistas volvían de la rúe a la redacción, tan
confundidos cual desanimados, los directores, amén de
ponerse muy en su papel de jefe, les recomendaban que lo más
conveniente era que, cuando no tuvieran nada de qué
informar, fueran a la búsqueda de Aróstegui; de quien decían
que salir en los papeles todos los días le gustaba más que a
un tonto ponerse una pajarita en la celebración de un
cumpleaños.
En efecto, Aróstegui, aprovechándose de los trenes baratos,
se hacía el interesante y hasta les contaba a los mensajeros
las suficientes trolas para que éstos volvieran al tajo no
sólo con los deberes hechos sino con la certeza de que les
había atendido la mejor persona de esta ciudad y, sobre
todo, la más preparada en todos los aspectos.
A partir de ese momento, los periodistas que venían a
ejercer su profesión en una ciudad desconocida para ellos,
es decir, a partir de esa primera visita al sindicalista y
dirigente del PSPC, amén de otros cargos, pasaban a formar
parte de ese grupo reducido de militantes del partido
reseñado y comenzaban a tenernos tirria a los que no
compartíamos la causa del que se tiene por ser el hombre más
inteligente de esta ciudad.
Varios de aquellos periodistas, además de aprovecharse del
cuento del alfajor que les contaba Aróstegui, diariamente,
fueron tan avispados como para valerse de él con el único
fin de meter la cabeza en otros medios donde podían ganar
más dinero y vivir mejor. No hace falta mencionarlos. Ya que
por sus hechos se han ido descubriendo.
En cuanto al líder del PSPC, antaño, iba presumiendo de
tener a la prensa dominada por ser el político más
inteligente y progresista de una tierra donde los demás
políticos eran todos unos advenedizos. Desde entonces,
nadie, ni siquiera nuestro alcalde, ha usado los medios más
y mejor que el actual líder de la coalición Caballas. Que ya
es decir. Incluso lleva años permitiéndose toda clase de
comentarios grotescos contra un “sector determinado de la
población ceutí”, desde las páginas de un periódico, añejo,
que presume de ser la luz que nos guía entre tinieblas.
Aróstegui nos sale ahora diciendo que en las últimas
elecciones los votos, los mucho votos perdidos en las urnas
por la coalición Caballas pertenecían a la mitad del
electorado del PSPC, por mor de una campaña de prensa basada
en la infamia, en la cizaña, en la insidia y la mentira y en
no sé cuantas maldades más. Y me he dicho para mis adentros:
jamás el periódico añejo se ha atrevido a decir una palabra
más alta que otra contra el líder de Caballas.
En cuanto a este periódico, en vista de que Aróstegui no
cesa de decir que carece de la menor importancia, sería
imposible que el líder de la coalición Caballas pudiera
atribuirle el daño que, según él, le hizo pegar un petardo
en las urnas. Y es que sigue sin aclararse.
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