Comenzaré diciendo que Emilio Carreira es, ante todo, un
amigo. Ello no quiere decir que vaya a ser más delicado, más
bien todo lo contrario, bien lo sabe él, no me gusta
edulcorar lo que pienso. La amistad implica una serie de
licencias, y no precisamente de las poéticas. Dicho esto
aclarar que se trata de una análisis subjetivo, por tanto
sujeto a errores y sometido al escrutinio de todos.
Pero basta de explicaciones, vayamos a lo que nos ocupa:
Carreira, Emilio, La confesión, Ceuta, Papel de Aguas, 2013.
Soporte papel, edición en rústica, 421 págs.
La obra objeto de esta reseña se dispone en tres partes,
precedidas de un prólogo del autor y de un epílogo. La
primera parte la componen 33 capítulos, la segunda 27 y la
tercera 16.
El texto narra en tercera persona la experiencia vital del
protagonista desde sus inicios como universitario hasta su
muerte, aunque la exposición presenta en primer lugar el
final de sus días, para posteriormente internarse en lo que
había sido su vida.
La novela podría calificarse como de intriga, con ribetes de
novela negra.
Por lo que se refiere al autor, funcionario de carrera,
cuenta con una dilatada experiencia en el terreno laboral,
desempeñando diversos puestos de responsabilidad de índole
política a lo largo de los últimos treinta años. En la
actualidad dirige la empresa municipal de aguas de Ceuta. En
lo que atañe a su recorrido literario cabe indicar que se
trata de un autor novel que nos presenta su opera prima.
En el aspecto formal la estructura en tres partes se
corresponde con los cambios que experimenta el personaje
principal de la trama a lo largo de su vida. La presentación
de la obra se caracteriza por la corrección lingüística, la
adecuación de los tipos a las situaciones y el dinamismo
narrativo.
Se observan no obstante algunas incorrecciones, más
atribuibles a la edición que a otro tipo de errores, por
poner un ejemplo, en la página 7, en la que aparecen frases
que el autor ha escogido para presentar su obra, la 3ª Ley
de Newton, donde dice “…de igual valor o dirección…”,
debería decir “…de igual valor y dirección…”. Se considera
una errata a corregir en posteriores ediciones. Por tanto
sería deseable un mayor rigor en las labores de edición del
texto.
En cuanto a la composición de la obra, la narración discurre
en un tiempo indefinido, aunque es posible situarse
temporalmente por la propia ambientación, el autor no fija
coordenadas temporales.
Entrando en la configuración del texto, tras un breve
prólogo en el que el autor nos orienta sobre la forma en que
la historia llega a su conocimiento y las fuentes que ha
utilizado para su construcción, arranca la primera parte con
los últimos días del protagonista, para luego saltar a sus
días universitarios, en los que las vicisitudes de un adulto
en ciernes nos dan las claves vitales que marcan sus
primeras experiencias, algunas de ellas traumáticas y en las
que la rápida maduración, obligada por las circunstancias,
producen cambios y provocan dudas, haciendo de las primeras
un modo de avanzar en la vida y de las segundas una
constante en toda la obra.
La segunda parte se inicia con un salto temporal de quince
años en el que nos encontramos con un personaje más maduro,
más dotado para hacer frente a la vida, pero también más
frágil si cabe, que se enfrenta a situaciones indeseadas de
final incierto, pero que en cualquier caso retratan un modo
de vida producto de una época reciente de la España
contemporánea.
La tercera parte es una búsqueda constante de la
reconciliación consigo mismo, de la localización de
referencias olvidadas o perdidas en una vida que, de pronto,
ha despertado de un sueño, a una realidad desprovista del
glamour del dinero pero tan cierta como la tierra sobre la
que se sustenta.
En realidad se trata de cerrar un círculo, en el que colmar
las expectativas que la vida ofrece, se transforma en un
infierno del que para salir es necesario pagar un alto
precio, solo para volver al punto de partida, dejando tras
de sí un rastro de amargura y desconsuelo.
El propio autor lo explica en las últimas páginas del libro
refiriéndose a un joven conocido “…Preserva su libertad de
decisión, pero intenta convencerle de que aquí, con esto
poco, puede ser el hombre más feliz de la tierra.” (pág.
386).
El epílogo cierra la obra con una carta que, tras su
desaparición, leen su mujer y el amigo cura y en la que más
que de despedida trata todavía de reconciliación, perdón y
culpa.
Por lo que se refiere al análisis y crítica de la narración,
esta arranca trastabillando para poco a poco ir cogiendo
ritmo, de forma que la segunda parte resulta de lectura
ágil, perdiendo parte de la rigidez que caracteriza los
comienzos. El tramo final vuelve a adquirir un tono más
pausado, más de reflexión. Si hubiera que trazar una línea
que siguiera el texto esta sería plana en sus inicios, para
ascender posteriormente hasta su máximo nivel en la recta
final de la segunda parte y a continuación, descender
lentamente hasta alcanzar la terminación.
En cuanto a los personajes y las situaciones, de los
primeros notar el excesivo peso que adquiere el protagonista
en la narración, haciendo que el resto de personajes se
difuminen un tanto, demasiado egocéntrico, el héroe, como
gusta llamarlo el autor, solo nos permite ver la vida a
través de sus ojos, impidiendo una mayor profundidad de
campo que daría mayor riqueza al conjunto de la obra. De las
segundas se dan ambos extremos, por un lado algunas están
narradas de manera que es fácil orientarse y situarse en
tanto que otras resultan poco dramatizadas, hubiera sido
deseable un mayor rigor narrativo que hiciera de los
escenarios parte consustancial del desarrollo de la trama.
Por último la estructura interna de la obra, en la que más
allá de la historia contada, el autor se nos muestra, se
puede observar la reiterativa presencia de Dios, en un
constante ir y venir que refleja las propias dudas a través
de diálogos en los que se plantean puntos de vista
enfrentados. Paradójicamente son una sola forma de ver el
mundo. Una forma en la que las dudas son parte consustancial
de la propia vida, y reflejan en este caso un mundo interior
lleno de contradicciones, que se exteriorizan mediante el
uso de la pluma como resorte liberador, como mecanismo para
enfrentarse a un mundo desprovisto de compasión, del que
todos, nos guste o no, terminamos formando parte. En
cualquier caso lo que se puede leer entre líneas son las
reflexiones de un ser humano sobre las eternas preguntas que
atenazan al hombre desde su pasado más remoto y que expresan
vitalidad desde el momento y forma que enfrentarse a las
dudas es una forma de estar vivo y dispuesto a seguir al pie
del cañón.
Heinrich Boll en su libro Opiniones de un payaso lo resumía
de modo magistral: Lo que más me molesta de los ateos es que
siempre están hablando de Dios (no es transcripción
literal). No quiero decir con ello que nuestro autor lo sea,
tan solo que hablamos mucho de aquello que nos inquieta.
Finalizaré esta reseña con unas breves conclusiones
totalmente personales y extraídas de la atenta lectura de la
obra:
En primer lugar creo que los personajes carecen de
profundidad, el texto se centra en exceso en el protagonista
olvidando al resto. Hay personajes que requieren una mayor
aproximación y caracterización. La narración resulta
demasiado plana, no cabe decir que son de similar extracción
social o cultural, la riqueza narrativa nace en la propia
individualización que el autor proyecta sobre sus
personajes.
En segundo lugar es posible afirmar otro tanto de las
situaciones, de los escenarios y lugares y de la cronología,
ambos aspectos resultan cruciales para facilitar el trabajo
imaginativo del lector.
En tercer lugar la evolución personal del protagonista se
refleja bien en el texto, no tanto su paso por las edades
del hombre, punto de referencia obligada para un trabajo en
el que el perfil psicológico constituye una parte importante
de la lectura.
En cuarto lugar aclarar que, pese a todo, logra captar la
atención del lector, cosa en si misma francamente difícil, y
ese mérito es como poco digno de consideración.
Como resumen el resultado es más que correcto, merece la
pena su lectura, y desde aquí la recomendamos, sin por ello
ocultar sus defectos.
No quiero acabar sin animar al autor a proseguir por el
camino emprendido, su destreza, escribir es un oficio, puede
mejorar con la experiencia, incluso me atrevería a decir que
tiene un largo recorrido, del que esperemos nos haga a todos
participes o más bien cómplices.
* Ingeniero Civil
* Graduado en Geografía e Historia
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