Me van a perdonar que comience
esta columna hablando de mí. Porque creo que viene a cuento
decirles, una vez más, que hace ya la tira de tiempo yo fui
empleado del Ayuntamiento. Mis cargos eran supervisor y
director de una escuela de fútbol en el Instituto Municipal
de Deportes. La cual nunca vio la luz.
En el IMD observé prácticas denunciables y las puse en
conocimiento de mi superior. Y éste, en vez de atajar los
desmanes, optó por decirme que hiciera la vista gorda y que
me quedara en un puesto distinto al mío y cobrando lo mismo.
Lo mismo era un dinero de muy buen ver. Pero dije que nones.
Que nanay de la China. Y me najé del tajo ante un
Fructuoso Miaja, alcalde, tan estupefacto como mudo.
De mi comportamiento hubo comentarios para todos los gustos.
Aunque pocos reconocieron que se necesitaba estar en
posesión de un valor seco para actuar de semejante manera.
Lo que sí dijeron algunos es que había que estar loco para
tomar esa decisión. Quienes así chamullaban del asunto eran
funcionarios de entonces. De aquellos ochenta. Cuando los
funcionarios tenían mala fama y, como siempre, pagaban
justos por pecadores. Es decir, los más por los menos que
incumplían sus funciones tal y como suele suceder en toda
clase de trabajo.
La mala fama de los funcionarios ha seguido siendo una
constante. Que si desatienden sus obligaciones. Que si nunca
están en su puesto de trabajo. Que si no tratan a los
ciudadanos como es debido. Que si aprovechan cualquier
momento para salir a la calle y dejan la oficina abandonada…
Y así podría seguir enumerando acusaciones que no responden
a la realidad de esa mayoría que paga con creces las culpas
de las pocas ovejas negras que puedan existir. Nada nuevo
bajo el sol. Cuando verdad es que ser funcionario de carrera
exige unas oposiciones y los hay, muchos, los más, que
cumplen a rajatabla con sus cometidos.
Uno de ellos, precisamente, ha sido quien ha demostrado que
los pagos indebidos a Urbaser existen. Y manifestarlos le ha
puesto en un brete. En una situación comprometida ante las
autoridades locales. Pero el técnico ha sabido aguantar la
presión y no le ha temblado el pulso a la hora de cumplir
con su deber. Por más que lleve meses siendo el blanco de
las iras de ciertos medios de comunicación afines al
Gobierno. Es decir, calumnia que algo queda. Que es lo que
suelen hacer algunos personajes cuando son vapuleados.
Pero la gente, en la calle, la que yo suelo transitar, lo
que viene apreciando es el valor con que se está comportando
un técnico que debería ser motivo de orgullo de todos los
funcionarios y empleados pertenecientes a la Casa Grande.
Donde ya va siendo hora de que hechos de tal naturaleza
consigan, de una vez por todas, que ser funcionario no dé
motivos para sentirse acomplejado por los tópicos al uso y
nunca agradables para quienes cumplen sus deberes con
creces. Que son innumerables.
Tampoco conviene olvidar, porque es de justicia, el coraje
mostrado por José Antonio Carracao, secretario
general de los socialistas de Ceuta, dándole publicidad a
los pagos indebidos a Urbaser. Sabiendo que iba a ser
sambenitado. Puesto en la picota. Pero ha demostrado
entereza para dar y tomar. Y la gente ha tomado nota.
|