Los jueves no suelo yo poner los
pies en la calle si no es para caminar de buena mañana. Pero
este jueves –cuando escribo-, tras recibir una llamada, a
mediodía, he creído conveniente acudir a una cita en la que
me han informado acerca de una vivienda de Emvicesa con la
cual se va a favorecer a un periodista de la ciudad que
lleva muchos años viviendo del cuento de nunca acabar.
Una vez en la calle, no he dudado en acudir a mis sitios
predilectos de tertulia, para obtener pareceres acerca del
momento que estamos viviendo. Momentos donde los jueces
están siendo mirados con lupa por la población y quienes han
metido la mano en la caja de los dineros públicos no se
cortan lo más mínimo en aliarse con el poder para que éste,
usando todos los medios a su alcance, trate de meterles las
cabras en el corral a sus señorías.
Pero sus señorías, mediante la ayuda vital de la Policía
Nacional y de la Guardia Civil, están convencidas de que
nunca lo han tenido mejor para erradicar, de una vez por
todas, esa mentira propalada por el alcalde de Jerez de la
Frontera, Pedro Pacheco, en su momento de esplendor
político: “La Justicia es un cachondeo”.
Lo dicho por Pacheco, convertido en frase hecha, hizo mucho
daño a los jueces. Pero les ha servido para crecerse ante el
denuesto y ahora mismo viene dando muestras evidentes de que
los ciudadanos debemos confiar en sus decisiones.
Quien escribe tiene la certeza de que el proceder de los
jueces es tan meditado como para merecer que sus sentencias,
tras ser argumentadas, sean respetadas. Lo cual no quiere
decir que sus decisiones no sean recurridas. Faltaría más.
Por ello, cuando en la calle se me pregunta por qué no sigo
insistiendo sobre el ‘caso Urbaser’, me ponen a huevo la
respuesta: porque me merece mucho respeto la juez a la que
le ha tocado en suerte el caso y asimismo el inspector jefe
de la Policía especializada en delincuencia económica
encargado del asunto. De quien sé que es experto en la
materia y cuya rectitud y probidad están al margen de toda
duda.
Quienes le prestan atención a mis palabras, y que gustan de
leerme sobre todo cuando muestro mi desagrado por las
actuaciones de los políticos, se quedan in albis, durante el
tiempo justo para reaccionar y decirme que a los políticos
no conviene darles tregua en ningún momento. Porque ni la
merecen ni están dispuestos a caminar por la senda que los
votantes les han encomendado. Y finalizan su alegación
haciendo manifestaciones nada favorables a quienes rigen los
destinos de esta ciudad y de los gobernantes en general.
Y es que los ciudadanos están que trinan. Es decir, que se
suben por las paredes. Y no es para menos. Debido a que la
corrupción impera por doquier; mientras que las clases
medias se siguen empobreciendo, y los ricos son cada vez más
ricos, y los pobres forman legión, y las injusticias no
cesan. Panorama, pues, tan sombrío como peligroso.
A lo que iba, que el ‘caso Urbaser’ seguirá su curso. Puesto
que la denuncia hecha en su día ha surtido efecto. Y ahora
toca, por encima de todo, que la juez y la Policía
especializada en delincuencia económica hagan su trabajo. Y
a nosotros nos cabe nada más que esperar con la atención
debida.
Ahora bien, creo conveniente el consejo: vayan con cuidado
algunos técnicos y empleados temporales del Ayuntamiento a
la hora de firmar documentos. Ya que, cuando menos lo
esperen, pueden verse imputados. ¡Uf!
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