La intervención de los agentes de
la policía nacional liberando a la psicóloga del Centro de
Reforma de Menores de Punta Blanca en Calamocarro ha sido
encomiable. Sus dotes de persuasión, su profesionalidad y
tacto, aparte de darle seguridad y confianza a la rehén, ha
supuesto una actuación ejemplar. Aparte de aplicar el
protocolo de actuación con rehenes y con la diligencia
debida, ha dado una lección de cómo ha de intervenir un
mediador en una situación de tanta tensión y riesgo como
ésta, donde la víctima podría haber sufrido graves lesiones
a consecuencia de la tensión del agresor.
Los quince o veinte minutos de diálogo entre el agresor y el
agente mediador, han supuesto una eternidad para la víctima,
aunque ésta ha sabido reconocer que la presencia policial le
ha tranquilizado y le ha dado seguridad. Un hecho que pone a
prueba, en situación real, el nivel de preparación de los
profesionales policiales que, en casos como éste, han de
hacer gala de toda su destreza y habilidad, para solventar
un trance difícil que, a poco que no se actúe con tacto,
puede desembocar en tragedia.
En situaciones difícil es donde hay que medir y calibrar a
los agentes y evaluar su nivel de preparación. En esta
ocasión, liberar a una víctima retenida en una habitación de
aislamiento ha sido un ejemplo de arrojo, valentía y mesura,
además de las suficientes dotes de persuasión para convencer
al agresor de la inútil salida por su violenta acción. No es
fácil reconducir una situación de estas características y de
ahí el valor de su ejecución y la eficacia con la que
concluyó. Bien está lo que bien acaba y, en este caso, un
trance violento acabó, por suerte, de manera satisfactoria.
Un resultado policial positivo que merece un reconocimiento
público.
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