La inseguridad en la céntrica
calle Jáudenes es un hecho al traducirse esta percepción en
cinco robos a otros tantos establecimientos concretos de las
más variadas actividades. Si ya de por sí resulta
desagradable ser objetivo de los “cacos”, mucho más lo es
cuando la sensación de falta de vigilancia se hace patente
por la reiteración de actos delictivos en un radio de acción
de unos cien metros. Si en poco más de un mes se ha dado
esta elevada incidencia de robos, es lógico que salten las
alarmas (y no las electrónicas, precisamente), entre el
vecindario, sorprendido por un hecho que era inusual en esta
zona y que ahora se está haciendo demasiado frecuente, tal
vez, a causa de la crisis económica.
Los mecanismos de control en cuanto a la prevención de los
delitos los conoce perfectamente la policía. Por ello, hay
que activar al máximo las cautelas para que no se produzcan
más hechos de esta naturaleza y, menos, en un sector tan
céntrico como éste, donde la concurrencia de vehículos y
viandantes es numerosa. Cuando un ladrón actúa en un lugar
de tanto riesgo de ser descubierto es porque le importa poco
que lo sorprendan o porque encuentra demasiadas facilidades
para actuar.
Si la presencia policial no es frecuente en la zona, si la
prevención del delito no resulta eficaz o si resulta
imposible controlar este sector, algo está fallando. En poco
más de un mes, no puede ni debe darse una incidencia tan
alta de robos. La preocupación y el descontento de vecinos y
comerciantes está más que justificado, como también habría
de serlo que, a partir de ahora se pusiera coto a estas
incidencias. La seguridad objetiva y subjetiva queda muy
bien para los análisis y las estadísticas policiales; el
ciudadano quiere resultados y hechos.
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