Que vivimos tiempos difíciles es innegable. La situación es
crítica, tanto desde el punto de vista económico, como desde
el punto de vista social. Por un lado la continuidad de la
crisis económica, eleva los datos del desempleo y mantiene
nuestra economía con unos valores de inversión, consumo,
déficit, deuda, etc , muy lejos de los que serían los más
adecuados para que España y los españoles tuviéramos una
visión más optimista de cara al futuro. Por otro lado existe
una tensión social evidente derivada, del impacto en las
personas, de la crisis económica y del fenómeno de la
corrupción. Los diferentes casos de corrupción que se van
conociendo, suelen haber sido denunciados por los medios de
comunicación, generalmente los medios escritos, y suelen
afectar a partidos políticos, empresarios, directivos de
empresas, artistas, familia real, etc. Muchos de ellos se
politizan cuando pasan a los juzgados y sirven de arma
arrojadiza entre partidos políticos de diferente signo.
Suele ser un espectáculo poco edificante, las tertulias de
radio y televisión donde se ve con frecuencia a los
contertulios que justifican o atacan a los imputados en
función de la tendencia ideológica del medio que
representan.
Los motivos que suelen estar detrás de estos casos de
corrupción son variados: tráfico de influencias, regalos, en
especie y dinero, con la finalidad de conseguir contratos y
concursos públicos, utilización fraudulenta de dinero
público, etc.
En definitiva no hay día que no veamos en la televisión o
escuchemos en la radio una noticia o una tertulia
relacionada con estos hechos, de tal forma que nuestra
sociedad se ha acostumbrado a vivir con el constante repicar
de este tipo de información, que supone un escándalo tras
otro, haciendo nuestra conciencia especialmente sensible a
este tipo de situaciones. Esto supone a su vez las tertulias
en los trabajos, bares, en el seno de las familias, etc,
donde todos nos convertimos en contertulios y criticamos
sistemáticamente a los banqueros, artistas, empresarios,
políticos, etc.
Sin embargo no siempre es así. En los últimos días se ha
publicado la noticia del fichaje de un futbolista, por uno
de los denominados equipos grandes de primera división, por
la asombrosa cifra de 50 millones de euros. Otro de los
grandes ha anunciado a bombo y platillo un nuevo proyecto
deportivo con grandes fichajes y no solo de futbolistas sino
también de directivos. Puede que haya habido comentarios en
las tertulias, pero confieso que yo no he escuchado ni una
sola crítica a los citados fichajes, lo cual me parece
sorprendente.
Puede nuestro país asumir estos fichajes? pueden los equipos
de futbol profesional seguir jugando a nuevos ricos como si
nada estuviera pasando a su alrededor?
Cuando se habla un día y el siguiente de congelar los
salarios de los trabajadores y limitar los del personal
directivo y sus millonarias indemnizaciones. Cuando
constantemente se habla de la necesidad de ahorrar y
gestionar con mayor eficiencia ante un mundo que puede estar
cambiando su esquema de sistema productivo, insisto, puede
el futbol seguir como si no fuera con él todo lo que está
ocurriendo a su alrededor?
En mi opinión, esta situación tiene muy poco sentido y su
sostenibilidad en el tiempo está condenada al fracaso. Y
ello por un doble motivo, por un lado la inmoralidad que
supone en términos comparativos respecto al resto de
ciudadanos, por otro lado por la propia falta de viabilidad
económica en el tiempo de esta situación.
Personalmente creo que es una inmoralidad en términos
absolutos manejar estas cifras de fichajes en estos tiempos
de crisis, pero la inmoralidad se convierte en drama
nacional cuando resulta que la situación
económico-financiera de la mayoría de los clubs de futbol
profesionales en España está próxima a la quiebra, ante la
imposibilidad de hacer frente a las deudas contraídas con
los bancos, y sobre todo con Hacienda y la Seguridad Social.
Y esto es así, sobre todo por la imposibilidad de generar
los ingresos necesarios que permitan financiar los abultados
fichajes del futbol español. Aparecen también noticias
relacionadas con la corrupción en el futbol, sobre todo
derivado del posible amaño de partidos o del doping de
algunos de sus deportistas.
Sin embargo estas noticias no suelen llegar a mayores, bien
por que demostrar estos hechos, si es que existen, es
particularmente difícil, bien porque nuestra sociedad no
quiere que se cambie nada del futbol. Este deporte se ha
convertido con el paso del tiempo en una necesidad vital
para los ciudadanos que les permite evadirse de los
problemas y vivir cada domingo dos horas de pasión y fervor.
Por algo dicen que los estadios de futbol hoy tienen una
función equivalente a las catedrales de la Edad Media, lugar
de encuentro y reunión de la sociedad, sin distinción de
clases y unidos por una idea común, que gane el equipo de
tus amores.
En definitiva el paralelismo entre la crisis de la economía
española y la crisis del futbol español es tan importante
que nuevamente me hace reflexionar sobre el título de este
artículo. ES SORPRENDENTE que la sociedad española y sus
medios de comunicación sean tremendamente sensibles con la
crisis y la corrupción y sin embargo pasemos de puntillas
sobre la situación del futbol, sus deudas, sus aparatosos
fichajes y su viabilidad en el tiempo.
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