Cada mañana, tras leer las últimas
noticias y opiniones varias, acostumbro, desde hace muchos
años y, salvo las lógicas excepciones, a dirigirme a los
anaqueles donde descansan los libros de mi modesta
biblioteca y con los ojos cerrados alcanzo uno de ellos. Y
lo suelo abrir sin mirar.
En esta ocasión, jueves –ya viernes para ustedes-, cuando he
acudido a practicar mi juego favorito, se me ha echado ya
encima la hora vaga de mediodía. Hora más que apropiada para
reírme con el capítulo que me ha tocado en suerte: Tontos
con balcones a la calle. Páginas 24-25 y 26 del libro “Un
millón de gracias” y cuyo autor es Antonio Burgos (a
propósito, no sabía yo que Manolo Abad es tan amigo
del gran periodista y escritor sevillano).
En las referidas páginas, AB, con su ironía fina, sosegada,
con toques de andalucismo y preñadas además de humor
sencillo, nos cuenta la diferencia existente entre tontos
con balcones a la calle y los que dan a un patio interior.
Resumiendo: son tontos con balcones a la calle los tontos
con pretensiones. En cambio, los de patio interior se dejan
ver menos y son menos propensos al lucimiento.
Y, claro, ha sido leerme el capítulo de Tontos con balcones
a la calle y acordarme, inmediatamente, de Manuel Carlos
Blasco: viceconsejero de Economía y Hacienda. Y apenas
he tardado unos segundos en incluirlo en el apartado de los
tontos con balcones a la calle. Y lo he hecho porque el
muchacho sigue sin tener conciencia de su estulticia, y no
sólo se presta a cualquier cosa con tal de figurar y
aparentar, sino que se permite el lujo de seguir ahondando
en la herida de sus despropósitos. Y mucho me temo que, si
no le lee la cartilla quien debe hacerlo, el tal Blasco
seguirá alardeando de que ocupa un cargo desde el cual corta
el bacalao.
Nuestro viceconsejero de Economía y Hacienda, MCB, no
conforme con participar en un asunto ya harto conocido por
sus irregularidades, va dándose pote de estar disfrutando de
una situación de poder que le permite poner a ciertas
personas en su lugar descanso. Con el fin de que estas
personas aprendan a respetar a quienes han obtenido mayoría
absoluta en las urnas.
Nuestro viceconsejero de Economía y Hacienda va propalando
su mensaje a bufidos. Con el rostro congestionado y calcado
el ademán al del tío que acaba de ser investido con pito y
gorra y, por si fuera poco, acompañado de un despacho en el
cual se siente dueño y señor de la Ceuta marinera…
Más dura será la caída de MCB. Tiempo al tiempo. En cuanto
llegue al límite de sus incapacidades, linde que ya ha
sobrepasado, y no sirva ni siquiera para ir presumiendo de
lo que él sabe muy bien que nunca se le va a perdonar. Y es
que nuestro viceconsejero de Economía y Hacienda se ha
emplazado en el centro del ruedo de la animadversión que
siente hacia todos los que formamos parte de este medio y
nos dedica anatemas a la par que nos augura un final
terrible.
Y uno se pregunta: ¿no hay nadie de los suyos que le llame
la atención al respecto y, además de aconsejarle que se tape
ya mismo, le explique que las cosas no son como empiezan
sino como terminan. No vaya a ser, digo yo, que luego nos
veamos obligados a tener que pedir para él el perdón y la
piedad que pedimos para Pedro Gordillo, en su día. ¿Le suena
este nombre a Manolo Blasco, viceconsejero de Economía y
Hacienda? (Nota: Bocón significa que habla más de la cuenta
y echa bravatas).
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