Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud
pública a través de medidas preventivas y las prestaciones y
servicios necesarios”. El artículo 43 de nuestra
Constitución así lo proclama, pero, en estos momentos, hay
más que dudas razonables de que, si no ahora, en un corto
periodo de tiempo no será así.
¿Qué está pasando en nuestro país para que empiecen a ser
cosa del pasado los principios de universalidad, equidad,
solidaridad y gratuidad en los que se basa la Ley General de
Sanidad, de 1986? Sencillamente, el poder económico, el
nuevo capitalismo financiero está apostando muy fuerte por
hacerse con los beneficios económicos que genera su gestión.
Los grupos económicos de inversión, los reguladores de los
mercados, las grandes entidades financieras…ellos son los
que después de provocar la última gran crisis económica
mundial, en 2007, saben muy bien que, en la actual situación
que vive nuestro país, el negocio ya no está en el ladrillo
ni en la producción de bienes sino en conseguir una de las
“joyas de la corona” del sector público, como es la sanidad
Con este objetivo lanzaron hace ya tiempo una ofensiva en
toda regla, con la inestimable colaboración de parte del
poder político y mediático, para generalizar entre la
opinión pública la idea fundamental de que nuestro sistema
nacional de salud es insostenible, resultando absolutamente
necesario poner en marcha nuevas formas de gestión,
fundamentalmente, la mal llamada externalización de
servicios.
Las consecuencias, en su opinión, mayor eficiencia en la
gestión a menor coste y misma calidad en la atención. La
realidad, que se la pregunten, por ejemplo, a los usuarios y
profesionales del Sistema Nacional de Salud (NHS) del Reino
Unido, privatizado ya a partir de finales de los años 80.
Precariedad laboral, contratos-basura, continuos casos de
desatención con los consiguientes riegos para la salud de
los usuarios… son los efectos reales de una gestión basada
únicamente en criterios de rentabilidad económica. Lo
primero es ganar dinero, y lo segundo, sino lo tercero o
cuarto es cuidar a las personas.
Si bien es perfectamente asumible y hasta necesario que
exista, como ha venido sucediendo en nuestro país, un cierto
grado de colaboración público-privada en el ámbito
sanitario, controlada por la administración y basada
encriterios éticos y de igualdad, es absolutamente
rechazable que, poco a poco y sin marcha atrás, la gestión
privada vaya ocupando el lugar de la pública.
Si no queremos que finalmente los poderes económicos acaben
con los avances sociales que a lo largo de los últimos 50
años se han ido cimentando en nuestro país, debemos
reaccionar y hacerlo ya. ¿Realmente podemos hacer algo
frente a poderes ante los que los propios gobiernos rinden
servidumbre y pleitesía?
Estamos convencidos de que aún se pueden cambiar las cosas
si conseguimos dejar de lado el individualismo y
personalismo que, lamentablemente, caracteriza nuestra
sociedad, y defendemos todos juntos un modelo de desarrollo
para nuestro país en el que se siga priorizando la inversión
pública y el gasto social para generar empleo y dotar de una
mayor calidad de vida a todos los ciudadanos, a través de
los servicios básicos, como la sanidad, que se merecen.
No podemos permitir que la codicia de unos pocos acabe con
la prosperidad y bienestar de la mayoría. Está en nuestra
mano que los derechos y principios universales que
consagramos en nuestros textos normativos básicos no acaben
siendo meras palabras bonitas sobre un papel.
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