PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
  

 

 

OPINIÓN - JUEVES, 30 DE MAYO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Las cosas claras…
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Sócrates inventó la razón en las plazuelas de Atenas, dialogando, y aunque en nuestra sangre ya sólo tenemos un cuatro por ciento de griegos, tanto el lector como el escritor necesitan discutir cara a cara (por eso se suele dar la carita del columnista junto a su columna).

El lector de columnas necesita una cara para disentir de su autor, que para eso lo lee a diario, para manifestar su desacuerdo con él. Muchos se siguen preguntando si el columnismo es un género literario. Y la respuesta obligada es sin duda que sí. Ahora bien, el columnista ha de saber bajar a la calle, mezclarse y entenderse con la gente; oír sus comentarios e incluso soportar estoicamente cualquier inconveniencia y, sobre todo, prestar atención a tirios y troyanos.

El contacto con los lectores es mucho mayor en las ciudades pequeñas. Y es cierto que el español prefiere la opinión de quien coincide con él en la barra de un bar, en el autobús o se lo tropieza por la calle o en la consulta del médico al que ambos acuden a ver lo del colesterol, el ácido úrico y los alifafes adecuados a las distintas edades.

Harto estoy de recordar lo que decía Umbral de la columna: “Una verdadera columna sólo consta de letra impresa y mala leche”. De modo que sería absurdo no estar de acuerdo en que lo que debe primar es un columnismo reventón de chismes, verdades, metáforas y asuntos variados que atrapen el interés de un personal que espera con avidez cada día empaparse de lo que le cuenta su columnista preferido, para bien o para mal. Es decir, para gritarle ole o para acordarse de todos… los suyos.

Escribir, para no ser leído, debe de ser decepcionante. Me imagino que será motivo de gran cabreo y hasta puede que causa de problemas mayores para quienes sufran tal chasco. Máxime cuando actualmente se sabe de sobra quién interesa más o menos a los lectores de opinión. Y, naturalmente, quienes más saben al respecto son los editores. Que de tontos no tienen un pelo.

En la calle, la que suelo yo frecuentar, hay épocas en las que hay lectores que me reclaman mayor atención a la opinión futbolística, mientras otros me recuerdan que prefieren que deje de emitir mi parecer sobre el deporte rey. También presto atención a quienes me acusan de emplearme con dureza contra quienes gobiernan. O a la inversa.

En rigor, en las ciudades pequeñas, y Ceuta la es, donde todo se magnífica, todo se infla y todo termina por hincharse hasta extremos insospechados, hay que tener gran vitalidad para escribir sobre lo que en ella ocurre. Y qué decir si el compromiso adquirido es hacerlo todos los días y fiestas de guardar.

Desde hace unos días, se me viene comentando en la calle que existe la impresión de que he bajado el pistón de mis críticas al modo de actuar de los gobernantes locales. Y hasta he oído reproches por parte de quienes están en contra de quienes mandan en la ciudad. Por lo tanto, conociendo el territorio y el sentir de mucha gente, he tenido que hacer más periodismo de calle que nunca. Ese periodismo que permite exponer sin tapujos ciertos comportamientos. Y es que uno, curtido ya en mil y una batallas, sabe perfectamente que este espacio pertenece a la empresa. Y la empresa está obligada a defender con uñas y dientes la forma de proceder que desee, en según qué momento. Y no hay más, sino lealtad. Que no deja de ser una actitud.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto