Dado que la semana pasada escribí
yo un artículo en el que destacaba un mal comportamiento de
Francisco Fraiz, siendo éste alcalde cuando
principiaban los años noventa, he recibido un correo
electrónico en el cual se me pregunta cómo era realmente
como persona. Y, aunque yo hace ya mucho tiempo que dejé de
responder a los mensajes que se me envían, he decidido
contestar a éste usando la columna.
Francisco Fraiz, con quien mantuve muy buenas relaciones
desde que yo arribé a esta ciudad, era el político que más
fervor e interés despertaba en esta ciudad. Tal era así que
llegó a cautivar a innumerables personas y éstas acudían a
votarlo confiadas en que lo hacían por alguien que merecía
la pena.
Fraiz era campechano y desprendido a la hora de alternar.
Pocos le ganaban a meterse la mano en el bolsillo para
convidar a discreción. Se llevaba a la gente de calle. Caía
la mar de bien y, lógicamente, se adueñaba de la voluntad de
muchos ciudadanos. Con lo cual pudo obtener, en dos
ocasiones, un capital político incalculable.
La primera al frente de una lista del Partido Socialista de
Ceuta; la segunda, liderando una formación localista:
Progreso y Futuro de Ceuta. Y las dos veces tiró todo lo
conseguido por la borda. Ante la desesperación de quienes
confiaban ciegamente en él y, sobre todo, haciendo padecer a
cuantas personas le tenían ley.
A qué se debía que FF, amable, educado, desprendido y
excelente contertulio cuando no era alcalde, se
transformara, en cuanto ganaba la alcaldía, en un persona
total y absolutamente distinta. Yo, a pesar de los años
transcurridos, sigo pensando lo mismo que entonces: en
cuanto tocaba poder se convertía en un sujeto variable,
irascible, malencarado, malpensado y hasta malhablado.
Fraiz, nada más tomar posesión de su cargo como alcalde,
andaba siempre presto a tronar para intimidar a todo quisque
y dejar sumamente claro quién era el gallo del corral
municipal. Amante de los hechos consumados se fue buscando
la ruina política y el desencanto de sus votantes fue
aumentando hasta marchitarse la atracción que ejercía sobre
ellos.
Lo peor de todo es que fue llevado a juicio en varias
ocasiones y en casi todas, por no decir todas, FF acabó
perdiendo. Con los consiguientes escándalos de público y
prensa. Nuestro hombre tuvo también parte de culpa en el
hacer de Manolo Peláez durante los primeros meses de
éste como Delegado del Gobierno. Ya que Peláez, primer
delegado de la democracia en Ceuta, llegó a esta ciudad
huérfano de conocimientos sobre ella y se dejó asesorar por
Fraiz. Una pena. Puesto que Manolo no merecía que le
indujeran a cometer errores de bulto. Que los cometió
durante sus comienzos en el cargo.
En cuanto a que Fraiz podría haber sido alcalde de esta
ciudad muchos años si hubiera logrado domeñar ese cambio
para mal que lo convertía en un ser diametralmente opuesto
al que todos conocíamos cuando luchaba denodadamente para
hacerse con la alcaldía, no me cabe la menor duda. Puesto
que reunía cualidades suficientes para desempeñar tal
menester.
Pero era sentarse en la poltrona y comenzar a desvariar. A
cometer desatinos. A querer imponer su ley por encima de las
leyes existentes. A creer que sus adversarios políticos eran
enemigos acérrimos con los que debía ensañarse porque sí. En
fin, que el poder cambia a los hombres. A veces para mal.
Así fue Fraiz.
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