Decente es adjetivo que califica
como honrado o moralmente bueno. Una bendición de Dios
cuando se adjudica a una persona que se lo merece sin la
menor duda. Honradez, en una de sus acepciones, le
corresponde a quien su comportamiento se ajusta a la ley.
Nuestro alcalde aprovecha cualquier oportunidad para airear
que él está sobrado de honradez, de integridad, de modestia
y que su bondad es tan asumida por los ciudadanos que hacen
posible que éstos sientan por él pasión desmedida. Y se
queda tan pancho.
Nuestro alcalde ha llegado a creerse que está atiborrado de
cualidades. Que ha nacido para gobernarnos hasta el fin de
sus días. Incluso está convencido de que sus años como
autoridad serán recordados como los mejores de la historia
de esta ciudad. Es decir, que en esta tierra habrá un antes
y un después de él.
Nuestro alcalde se olvida de que ser decente lleva consigo
un comportamiento en el cual no cabe tomar decisión
contraria a la ley. Que no es posible presumir de honradez
cuando se ‘amañan’ concursos para favorecer a los amigos.
Los amigos de nuestro alcalde son ya harto conocidos:
Rafael Montero Palacios y Juan Luis Aróstegui.
Nuestro alcalde, con el oremus perdido por saberse tan rico
cual poderoso, ha tomado la ladera de los despropósitos y se
encamina hacia la sima de la perdición. Y le auguramos un
final que no le deseamos ni siquiera a nuestro peor enemigo.
Nuestro alcalde, de un tiempo a esta parte, viene cometiendo
errores con el fin de tapar otros errores y lo que está
consiguiendo es una suma de pifias y de mentiras que están
haciendo posible que los ceutíes se den cuenta de que están
siendo gobernados por un mindundi. Un tipo insignificante
que ha conseguido embaucar a mucha gente durante mucho
tiempo.
Y así podría haber seguido su forma de proceder. Pero,
finchado y confiado en que maneja todos los resortes del
poder en la ciudad, se ha atrevido a atentar contra una
empresa de la que viven muchas personas. Y se ha encontrado
con una repuesta que ni esperaba ni estaba preparado para
combatirla.
Y ahora mismo es un mar de dudas y sobre todo se acuesta
todas las noches sabiendo que su decisión de acorralar a
este periódico es un absurdo. Una sinrazón que no venía a
cuento. Por más que nos odie. Que odie a quienes no
cejaremos en el empeño de enfrentarnos a él. Con todos los
medios que la ley nos permite y con el convencimiento de que
llevamos razón.
Nuestro alcalde sabe perfectamente que a partir de ahora le
resultará imposible presumir de decencia y de honradez a
carta cabal. Porque nadie lo va a creer. Ahora mismo en la
calle se le tiene perdido el respeto. Y la gente lo maltrata
con palabras que a mí me suenan mal. Muy mal. Y hasta se le
achacan maldades que yo no comparto. Si bien es cierto que,
cuando a mí se me ha preguntado por si yo sigo creyendo en
él, mi respuesta no se hace esperar: sí; porque las personas
malvadas no cambian nunca.
Malvado es, sin duda, cualquier sujeto que actúe
premeditadamente contra un periódico con el fin de que éste
se vea abocado a fenecer y a dejar sin recursos a muchas
familias. Y que lo haga disfrutando de su proceder. Es el
caso que nos ocupa. El de un alcalde que lleva muchos años
presumiendo de decencia y honradez. Lo cual no le ha
impedido perseguir sañudamente a este medio porque ha
destapado el ‘caso Urbarser’. De presunta corrupción.
|