Cada vez que he entrevistado a un
político del Partido Popular, en el cuestionario ha figurado
siempre esta pregunta: ¿por qué aceptaron ustedes todas las
corruptelas del GIL y qué razones tuvieron para proteger a
ese grupo de individuos corrompidos y gozadores del poder
sin escrúpulos?
La respuesta, tras poner las personas entrevistadas caras de
circunstancias -la de nuestro alcalde era un poema-, fue más
o menos la misma: “Ceuta se estaba arruinando con el GIL y
para evitar males mayores decidimos hacernos cargo del
Gobierno aun a costa de ser muy flexibles en varios asuntos
muy delicados”.
Con esta contestación tipo, y que puede representar a todas
las que me fueron dadas, los gobernantes del PP trataban de
no cargar con las responsabilidades adquiridas por estar
encubriendo los negocios corruptos de los dirigentes “gilistas”.
En todas las entrevistas tuve la sensación de que los
inquiridos habían llegado a creerse que los ciudadanos
deberíamos estarles agradecidos por el sacrificio que
hicieron al conseguir el poder, mediante un voto de censura
a cualquier precio, para acabar con la presidencia de
Antonio Sampietro. Craso error.
Grave error, sin duda alguna, porque haber asumido, de prisa
y corriendo y por afán de gobernar, todos los hechos
vergonzosos y denigrantes cometidos por el Grupo
Independiente Liberal, dejó a nuestro alcalde sometido al
peligro de Damocles. Que no es otro que vivir siempre
pendiente de esa espada afilada de la basura pendiendo de un
hilo sobre su cabeza.
Mucho ha tardado nuestro alcalde en percatarse de que su
acuerdo con Jesús Simarro puede cercenarle de un tajo
su reputación. Y que puede pasar de ser el “bueno” por
antonomasia al “malo” por haber cometido deslices
imperdonables en los pagos a Urbaser. Y es que, según me
dice un experto en la materia, de aquellos polvos vienen
tales lodos. Y lo que te rondaré, morena.
A nuestro alcalde, el ‘caso Urbaser’ le está minando el
crédito a pasos agigantados. Al cual se le podría unir en
breve el de la Manzana del Revellín. Una obra de la que si
le diera por hablar a mi estimado Adolfo Espí, no me
cabe la menor duda de que se armaría la de Dios es Cristo (a
propósito: AE, lector de este medio allá en Murcia, sabe que
me debe una confesión de los entresijos de la manzana. Y,
sobre todo, de la actitud que, en cierto momento, adoptó
Aróstegui entre bastidores).
Pero no es el momento aún de opinar de la manzana estando
como estamos metidos de hoz y coz en la basura. Por una
razón muy simple: Quien mucho abarca… Y al refrán conviene
darle su importancia. No en vano se suele decir que es “la
sabiduría de las naciones”.
Para sabiduría la del Fulano que planeó el voto de censura a
precio de oro y se fue con la pasta gansa a disfrutar de
ella como mandan los cánones de la cara dura. Un Fulano que
le dio a nuestro alcalde la oportunidad de eternizarse en un
cargo hasta llegar éste a convencerse de que la ciudad le
pertenece de cabo a rabo. Flaco favor el que nos hizo.
Y, dado que hemos hablado de refranes, conviene recordarle
al monterilla que nos manda ese de quien a hierro mata… Por
consiguiente, esperamos con cierta impaciencia la
intervención, en el ‘caso Urbaser’, de la Policía
especializada en delincuencia económica. La espada de
Damocles sigue pendiendo de un hilo sobre la cabeza de
nuestro alcalde.
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