Cuento en la miscelánea semanal,
parte de la conversación que mantuve el sábado con alguien
que sabe sobradamente cuanto viene aconteciendo en esta
ciudad de un tiempo a esta parte. Comento en ese espacio la
preocupación que existe en el PP por la forma de comportarse
de nuestro alcalde. Tan absurda como partidista y belicosa.
Incomprensible para la persona con la que mantuve la charla
sabatina.
La persona con la que hablé no se cortó lo más mínimo en
decirme que la actuación de nuestro alcalde con este
periódico es detestable. Que no entiende cómo el poder le
está haciendo desvariar de semejante manera. Y que es
evidente que sus decisiones han sido tomadas por venganza.
Ahora bien, debido a que mi interlocutor se ha ganado a
pulso fama de comedido, lo primero que me recordó es la
urgencia de evitar toda provocación y la necesidad de que
nos moderemos a cada paso para no salirnos de la prudencia
que la buena táctica impone y, sobre todo, que los tiempos
actuales aconsejan más que nunca.
Y a mí, a pesar de estar todavía sometido a las secuelas de
la derrota del Madrid en la final de la Copa del Rey, se me
vino a la memoria lo que tantas veces he oído en mi vida:
“Una vez la pasta de dientes está fuera del tubo es
endiabladamente difícil hacerla entrar de nuevo”.
Llevas razón, Manolo, me contestó él. Me pongo en el
lugar de cuantos pertenecéis a ‘El Pueblo de Ceuta’. Y,
desde luego, admito que estáis obligados a luchar
denodadamente contra las decisiones espurias tomadas por un
alcalde al que los muchos años en el cargo le han hecho
creer que Ceuta le pertenece. Y ha decidido silenciaros.
Tarea complicada. Puesto que yo sé que en el medio donde tú
escribes hay personas a las que doblegar no resultará labor
fácil ni rentable para Juan Vivas.
Cualquier asesor, le dije yo a la persona con la que estaba
pegando la hebra, debería haberle recordado al monterilla,
que es lo que viene demostrando que es nuestro alcalde,
desde que se echó en los brazos de Aróstegui y
Montero, lo que se dijo sobre el caso Watergate, en
1973: “El intento de suprimir la crítica no la extingue,
sino que la aparta por canales subterráneos”.
Cierto es que Vivas carece de asesores competentes. Aunque
se dice que lleva ya cierto tiempo caído de boca por el
asesor de prensa. Que lo mima como si fuera un hijo suyo. Y
que no cesa de recomendarle, cada dos por tres, que la ropa
sí que hace al monje. Con el fin de que mejore su vestimenta
para que no dé la impresión que ha dado siempre desde que
llegó a esta ciudad: una impresión de muchacho espeso y poco
amigo del agua.
-Me estás hablando de ese tal José Carlos García,
¿no, Manolo?
-Sí, te estoy hablando de ese muchacho que ponía a Vivas
parir cuando escribía en el ‘Diario Sur’ y le recordaba que
estaba haciendo pagos indebidos. Año 2004. Y es que por
aquel entonces estaba muy unido el muchacho salmantino, que
lucía coleta mal cuidada y no se cambiaba de ropa ni para
acostarse, a un funcionario antiquísimo que se jactaba de
tener en el cajón de su despacho documentos para poder
acabar con Vivas. Y, como no podía ser de otra manera,
nuestro alcalde acabó contratando al muchacho como eventual.
Lo que no sé es lo que este muchacho les da a sus mentores.
Habrá que indagar.
-No creo, Manolo, que ese tipo sea un remedo de Rasputín.
-Tampoco yo. Pero los hay que hablan del asunto…
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