Mi querido amigo y compañero de
tantas horas de trabajo en medios de comunicación: dirigirme
a ti, cual amigo y compañero, me ha costado lo indecible.
Incluso he tenido que escribirlo con una mano mientras que
con la otra me tapaba la nariz. Para evitar el hedor que
destila tu conducta y que viene reflejada en la portada de
‘El Pueblo de Ceuta’, hoy viernes cuando escribo.
Antes de ponerme ante el ordenador, y antes de tenerle que
evitar a mis pituitarias percibir la desagradable fetidez
que tu presencia en la primera de este periódico me
producía, he sentido una enorme tristeza por ti. Y he estado
a punto de llamarte para convencerme de que era verdad lo
que estaba viendo y leyendo acerca de un comportamiento tuyo
tan detestable.
Mi querido amigo y compañero de tantas horas de trabajo,
debo decirte que todavía no puedo dar crédito a lo que has
hecho. Y hasta tengo el presentimiento de que acabas de
quedar marcado para siempre. Para toda tu vida. Y me apena
muchísimo que, a partir de ahora, no seas distinguido por
ser persona afable y lisonjera con quienes siempre han
tenido ascendencia sobre ti. Es decir, Rafael Montero
y Juan Luis Aróstegui. Sino que habrás de
acostumbrarte a llevar en tu frente la señal de quien ha
atentado contra una empresa y contra todos los empleados de
ella. Terrible situación la tuya. Máxime siendo tú
empresario.
Verás, Diego, yo sé que corren tiempos duros, muy duros;
recios, como diría Santa Teresa de Jesús, y que tú también
has sufrido las tarascadas de la crisis. Me consta que es
así. Porque lo hemos hablado. Ya que, considerándote amigo,
he sabido de situaciones tuyas como tú de las mías.
Aunque nunca podía imaginarme que te hubieras atrevido a
participar en un concurso ‘amañado’ para ‘El Faro’. Por más
que tú le estés tan agradecido a Montero como a su socio
Aróstegui. Sí, ya sé que ambos te echan una mano en cuanto a
ti se ocurre pedir un remolque.
Pero insisto: cualquier hombre que se vista por los pies
jamás habría aceptado ese papel de comparsa al que te ha
obligado a representar Guillermo Martínez.
Guillermito para los padres y cuya nariz ha entrado ya en el
museo de los apéndices grotescos. Y todo por mor de que
pagaba y pagaba y seguía pagando camiones amortizados y lo
ha venido negando. Por cierto, lo de los camiones puede
ocasionarle a Guillermito un disgusto morrocotudo. ¡Pobres
padres, con la fe que habían depositado en un hijo que ellos
no se cansan de venderlo como un cráneo privilegiado! La
pasión es ciega. Ciega y atrevida.
Diego Sastre, de ciega y atrevida y, desde luego, de infame
se cataloga ya tu intervención en el concurso público
‘amañado’ para ‘El Faro’. Y yo me pregunto: ¿Pensaste bien
en el lío que te ibas a meter cuando te propusieron que
participaras en algo tan sucio? ¿Has dormido bien después de
la bribonada que has cometido? ¿Has pensado que, desde
ahora, serás señalado con el dedo de quienes se han dado
cuenta de qué clase de persona eres?
Mira, Diego, cuando Pedro Gordillo cayó en desgracia
por un lío de faldas, yo tuve los arrestos suficientes para
pedir para él piedad y perdón. Aun sabiendo que sus enemigos
y los míos me iban a perseguir con saña. Pues bien, para ti,
que has participado en algo que es considerado una
canallada, porque puedes dejar a muchas personas en el paro,
ni quiero ni puedo pedir árnica. Olvídame. Amigo. Y que te
aproveche económicamente tu conducta.
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