Corría el verano de 1991. Caminaba
yo hacia la nave donde se hacía ‘El Periódico’. Al pasar por
delante del Delfín Verde, restaurante que aún existía en
aquel tiempo, llamó mi atención golpeando la cristalera del
bar, Francisco Fraiz; alcalde de la ciudad, que
estaba sentado a una mesa con Luis Márquez, y decidí
corresponder a su llamada.
Tras los saludos de rigor, Fraiz, cuyo carácter variable,
atrabiliario y tonante solo se afirmaba en la posesión de
poder, se dirigió a mí de la siguiente manera: Manolo,
como no cambie la línea de ‘El Periódico’, tardaré nada y
menos en cerrarlo. Así que ya se lo puedes decir a ese
testaferro llamado Félix Muñoz Yepes.
Al alcalde, el tal Fraiz, le respondí como merecía: con peor
talante. Y hasta le adelanté cómo iba a terminar, por culpa
de su chulería irascible, propia más bien de matón de poca
monta, ante la incredulidad de mi siempre estimado LM. Y
acerté.
Fraiz, enfrentado a Pedro González Márquez, Delegado
del Gobierno, aducía entre otras cuestiones que su deseo de
cerrar ‘El Periódico’ era porque el director, Luis Aznar,
estaba vendido a los socialistas de la plaza de los Reyes. Y
que todo lo que escribía era al dictado de la Delegación.
Tras la amenaza de Fraiz, nos reunimos cuantos hacíamos ‘El
Periódico’ para ver cómo podíamos defendernos con uñas y
dientes de la venganza de un personaje que solía actuar
mediante hechos consumados. Y, claro, siempre terminaba
perdiendo en los juzgados (de ello sabrá algo Aurelio
Puya). En la reunión se acordó dar la cara sin miedo
alguno. Mejor dicho: comiéndonos el miedo de tenernos que
enfrentar a la Policía Local y a todos los obstáculos
habidos y por haber. Nos juramentamos para evitar el paro de
varias familias que comían de la Empresa Ceuta Dos Mil. S.A.
Cuando llegó el día H, el momento de la verdad en el cual
teníamos que dar la cara todos los pertenecientes a la
empresa, me quedé solo ante el peligro. Mientras nuestro
director decidió, en un acto típico de él, esconderse debajo
de una mesa de un local anexo al del periódico.
Cerrado El Periódico’, todos los trabajadores cobraron su
dinero perteneciente a la Caja de Compensación. Menos yo.
Gracias al hacer de un tal Nogués, funcionario
reputado él, y socio de Juan Vivas en un gabinete de
no sé qué.
Podría seguir contando y contando cosas relacionadas con
aquella tropelía cometida por un Fulano, Fraiz, que gustaba
de creerse Napoleón. Lo mismo que nuestro actual
monterilla. Aunque éste use maneras muy opuestas. A éste le
agrada sobremanera apuntillar a sus enemigos por la espalda.
Nadie es perfecto.
A lo que iba. Que nunca se me agradeció mi actitud y,
naturalmente, nadie se preocupó de si yo había cobrado la
indemnización que me pertenecía. Pero aquello me importó un
bledo. Gracias a la tranquilidad de conciencia que me
produjo el saber que había defendido la causa de muchas
familias.
Ahora, al cabo de 22 años, algunos tratan de que se repita
una situación similar en este periódico. Y se equivocan. No
obstante, yo, nunca mejor empleado el pronombre, que podría
haberme escaqueado del tema, defiendo diariamente la causa
por la preocupación que me producen las familias que puedan
quedarse tiradas en el camino del paro. Lo cual no deja de
ser un drama.
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