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OPINIÓN - VIERNES, 17 DE MAYO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

El drama de muchas familias
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Corría el verano de 1991. Caminaba yo hacia la nave donde se hacía ‘El Periódico’. Al pasar por delante del Delfín Verde, restaurante que aún existía en aquel tiempo, llamó mi atención golpeando la cristalera del bar, Francisco Fraiz; alcalde de la ciudad, que estaba sentado a una mesa con Luis Márquez, y decidí corresponder a su llamada.

Tras los saludos de rigor, Fraiz, cuyo carácter variable, atrabiliario y tonante solo se afirmaba en la posesión de poder, se dirigió a mí de la siguiente manera: Manolo, como no cambie la línea de ‘El Periódico’, tardaré nada y menos en cerrarlo. Así que ya se lo puedes decir a ese testaferro llamado Félix Muñoz Yepes.

Al alcalde, el tal Fraiz, le respondí como merecía: con peor talante. Y hasta le adelanté cómo iba a terminar, por culpa de su chulería irascible, propia más bien de matón de poca monta, ante la incredulidad de mi siempre estimado LM. Y acerté.

Fraiz, enfrentado a Pedro González Márquez, Delegado del Gobierno, aducía entre otras cuestiones que su deseo de cerrar ‘El Periódico’ era porque el director, Luis Aznar, estaba vendido a los socialistas de la plaza de los Reyes. Y que todo lo que escribía era al dictado de la Delegación.

Tras la amenaza de Fraiz, nos reunimos cuantos hacíamos ‘El Periódico’ para ver cómo podíamos defendernos con uñas y dientes de la venganza de un personaje que solía actuar mediante hechos consumados. Y, claro, siempre terminaba perdiendo en los juzgados (de ello sabrá algo Aurelio Puya). En la reunión se acordó dar la cara sin miedo alguno. Mejor dicho: comiéndonos el miedo de tenernos que enfrentar a la Policía Local y a todos los obstáculos habidos y por haber. Nos juramentamos para evitar el paro de varias familias que comían de la Empresa Ceuta Dos Mil. S.A.

Cuando llegó el día H, el momento de la verdad en el cual teníamos que dar la cara todos los pertenecientes a la empresa, me quedé solo ante el peligro. Mientras nuestro director decidió, en un acto típico de él, esconderse debajo de una mesa de un local anexo al del periódico.

Cerrado El Periódico’, todos los trabajadores cobraron su dinero perteneciente a la Caja de Compensación. Menos yo. Gracias al hacer de un tal Nogués, funcionario reputado él, y socio de Juan Vivas en un gabinete de no sé qué.

Podría seguir contando y contando cosas relacionadas con aquella tropelía cometida por un Fulano, Fraiz, que gustaba de creerse Napoleón. Lo mismo que nuestro actual monterilla. Aunque éste use maneras muy opuestas. A éste le agrada sobremanera apuntillar a sus enemigos por la espalda. Nadie es perfecto.

A lo que iba. Que nunca se me agradeció mi actitud y, naturalmente, nadie se preocupó de si yo había cobrado la indemnización que me pertenecía. Pero aquello me importó un bledo. Gracias a la tranquilidad de conciencia que me produjo el saber que había defendido la causa de muchas familias.

Ahora, al cabo de 22 años, algunos tratan de que se repita una situación similar en este periódico. Y se equivocan. No obstante, yo, nunca mejor empleado el pronombre, que podría haberme escaqueado del tema, defiendo diariamente la causa por la preocupación que me producen las familias que puedan quedarse tiradas en el camino del paro. Lo cual no deja de ser un drama.
 

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