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OPINIÓN - SÁBADO, 11 DE MAYO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

El Pueblo de Ceuta se impone
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Miércoles. Siete de la tarde, me preparo un café bastante cargado, esta noche salgo a cenar en casa de un amigo y conviene tener el cerebro a punto. Porque me ha dicho que habrá varios comensales y desean que la sobremesa se alargue en el tiempo. Y a mí me da mucha lacha que me vean echar esa cabezada que suele sorprenderme a las diez de la noche en mi sillón de la salita de estar.

El anfitrión, a quien conozco desde hace la tira de tiempo, ha dado la vuelta al mundo y es hombre de saberes. Chamulla idiomas y, cuando menos lo espera, va y cita: “Si fuéramos lúcidos, al instante el horror de lo que nos rodea nos volvería estúpidos”. Y a mí, cuando se hace pasar por Henry Miller, trato de provocarlo: el horror de esta ciudad, querido amigo, es nuestro alcalde. Y salta como un resorte. Y comienza a hacer una defensa a ultranza de quien él tiene por amigo –que Santa Lucía le conserve la vista- y mejor político.

Cuando lo creo serenado, es decir, cuando deja de escupir salivilla, le digo que está en su perfecto derecho de hacer la defensa que hace de nuestro alcalde, pero que también me permita emitir mi parecer acerca de alguien a quien he tenido la oportunidad de conocer más que bien y hasta de fiarme varias veces de su ‘educación oriental’. Y siempre he acabado estafado.

A lo que iba, que, en cuanto llegue al domicilio de mi amigo, no tengo la menor duda de que me voy a encontrar con varias personas que se beben los vientos por Juan Vivas. Y que habré de andarme con mucho tiento a la hora de opinar. Pero conociéndome, como me conozco, seguramente entraré en discusión.

Once de la noche. La cena ha sido estupenda. Regada con buen vino y, tras los postres, el mejor güisqui. Desecho el habano que se me ofrece y me dispongo a conversar. Para empezar, sale a relucir el problema de Casillas y, naturalmente, me pronuncio a favor de Mourinho.

Uno de los contertulios, en cuanto me oye, se acelera como si estuviera defendiendo que nuestro alcalde no ha tenido ni arte ni parte en el asunto de Urbaser, para decirme no sé qué del uno contra uno de Iker. Lo del uno contra uno, le digo, me suena a tarea en tálamo nupcial. Y el hombre, que no tiene sentido del humor, hace aspavientos de ofendido.

Pero como el güisqui es muy bueno, pues de haber sido de garrafa se hubiera liado, pasamos a debatir sobre si nuestro alcalde está ya pasado de moda. Y a mí, que soy incorregible, me da por decir que nuestro alcalde, quizá porque le están fallando las fuerzas, hace ya tiempo que delegó en Aróstegui. Y se armó la tremolina. Así que me vi frente a cuatro personas enfurecidas. Menos mal que el anfitrión puso orden. Y yo pude seguir saboreando el escocés de lujo. De pronto, uno de los presentes me echó en cara que ‘El Pueblo de Ceuta’ esté hurgando en las presuntas corrupciones del gobierno local y sacando a nuestro alcalde, de manera poco agraciada, en portadas que la gente busca ávida de interés, porque la empresa editora puede perder la publicidad institucional que irá toda, y aún más, a ‘El Faro’. Y así lo anda propalando Aróstegui.

Y me pone a huevo la respuesta: verdad es que mientras ‘El Pueblo de Ceuta’ está publicando cuanto concierne a un contrato con Urbaser que hiede a guano, El Faro se dedica a decirnos que nuestro alcalde es el representante de Dios en esta tierra. Y la cosa no tiene color. Bueno, sí: tiene color verde. El de la esperanza.
 

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