En la última comparecencia de
nuestro alcalde ante los medios, para hablar del ‘caso
Urbaser’, escándalo mayúsculo, se mire por donde se mire,
dijo tantas sandeces, que a broma se lo tomó la gente. Y a
mí me dio mucha pena verlo convertido en un piyayo
cualquiera. Menos mal que nuestro alcalde siempre presumió
de ser abstemio. Que si no, vamos, a buen seguro que le
habrían tachado de haberse bebido un cartón de morapio.
De entre las muchas frases construidas por nuestro alcalde,
en la susodicha conferencia de prensa, todas ellas gozan ya
de sitio privilegiado en mi modesta biblioteca, una llamó
especialmente la atención. Y, por tanto, ha sido tan
comentada en la calle como exhibida por cuantos decidieron
opinar sobre la actuación del monterilla local.
En mi caso, siendo consciente de que la frase iba a hacer
furor, preferí omitirla en mis escritos, porque ni siquiera
alcanza la categoría de oxímoron. Cuya definición les doy.
Pues habrá muchas personas que desconozcan este
procedimiento retórico que consiste en unir palabras de
sentido aparentemente contradictorio. Por ejemplo: “la
soledad sonora”.
La frase de marras no tiene desperdicios: “Se ha pagado lo
que correspondía, pero no significa que todo lo que se ha
pagado correspondía”. La frase construida por nuestro
ínclito alcalde, carece de toda apariencia contradictoria.
Así que no deja de ser la defensa de un necio malvado por
omisión. O de un malvado que es un necio por comisión. Ambas
cosas caben pensar de quien no es capaz de aceptar que el
gobierno presidido por él ha pagado tres veces camiones ya
amortizados.
Tres veces ha pagado el gobierno local por camiones
amortizados. Lo que ha supuesto entregarle a Urbaser 12
millones y medios de euros (2.100 millones de pesetas). Y
nuestro alcalde sigue empecinado en decirnos, y perdonen la
insistencia, que “se ha pagado lo que correspondía, pero no
significa que todo lo que se ha pagado correspondía”.
Me imagino que, si así se expresara nuestro monterilla ante
la juez que instruye el caso, a ésta le daría o bien un
ataque de risa o pediría inmediatamente que a nuestro hombre
le hicieran un examen minucioso del coco. Porque hay que
tener la chaveta perdida para decir públicamente semejante
necedad.
Eso sí, nuestro alcalde, gracias a sus buenos oficios, no
está sólo en la batalla que ha emprendido contra quienes
pongan en duda que aquí no hay más verdad que la suya. Y que
su palabra es la única válida. Que es, por supuesto, la
forma de ser de quien el poder le ha trastornado la sesera.
El socio de nuestro alcalde es, sí, ya sé que lo vengo
diciendo desde hace años, Juan Luis Aróstegui y éste,
a su vez, lo es de Rafael Montero. De modo que
tenemos un triunvirato en la ciudad que está dispuesto a
meternos en cintura a cuantos no digamos amén a sus
componendas millonarias.
Aróstegui, tan dado a motejar de tonto útil a Carracao,
resulta que ahora, una vez que se ha visto obligado a
reconocer lo de los camiones amortizados, vuelve a salir a
la palestra defendiendo los intereses de Vivas y Montero,
que son los suyos. Y se compadece de las portadas que se le
hacen a su alcalde y socio. Y, claro, se le ve el plumero.
Aróstegui, Che Guevara de pacotilla en sus años
mozos, tiene trazas de ser malvado y necio por comisión. Y,
además, escribe rematadamente mal. Si lo hace todo igual… ¡Uf!
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