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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 8 DE MAYO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Enfermos de odio
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Guillermo Martínez ha perdido el oremus. Tal vez inducido por sus mayores. Grandes amigos de Rafael Montero Palacios en todos los sentidos. Y ha llegado a tanta falta de cordura que, sin duda alguna, está cometiendo deslices peligrosos. Errores que lo marcarán para siempre en una ciudad donde la endogamia hace que sus miembros actúen sin misericordia.

Los deslices de Guillermo Martínez, Guillermito para sus progenitores, son tan graves como para que cierto grupo social se lo apunte en la libreta de la memoria y nunca los olvide. Ya que el ataque furibundo y chulesco a una empresa de la ciudad no es cuestión baladí.

Las amenazas de Guillermo Martínez al ‘Pueblo de Ceuta’ no caerán en saco roto. Ni mucho menos. Anunciar los males que él le infligirá a esta Casa porque le sale de sus partes pudendas es, naturalmente, un desafío que no le saldrá gratis. Se lo puedo asegurar.

Y lo hago sin el menor asomo de violencia ni de odio. Sino mediante la tranquilidad que aportan los muchos años cumplidos y el estar convencido de que su bravuconada ha sido el último empujón que le quedaba para despeñarse por la sima del descrédito.

Guillermo Martínez carece de hombría de bien. Sí, así como suena. Puesto que un hombre, de verdad, jamás se permitiría darse pote de baladrón en su decir amenazante. Máxime siendo político y persona que presume de pertenecer a una familia cuyos miembros se la cogen todos con un papel de fumar. Gente de clase media alta y que tratan por todos los medios de parecer que… sudan colonia de Giorgio Armani.

Guillermito, niño mimado por una familia que lo protegió más de la cuenta por estar convencida de que les había nacido un ser de altos vuelos, o sea, un ser superior, está tan poseído de sí mismo como cortito de calle y de cómo hay que desenvolverse en esta vida.

Lo cual, sin ser nada recomendable, es pecado menor comparado con su forma de comportarse. Como si fuera un jaquetón de casa de lenocinio. Cuando, en realidad, no pasa de ser un jaimito. Vamos, para que me entiendan: un niño malicioso y, por tanto, con la leche agriada. Aunque alentada su malicia por otro ser superior (!) que debería principiar a darse cuenta de que está cavando su fosa de la impopularidad porque le ciega el odio de mirar hacia arriba y marearse.

Los dos, o sea, jaimito y Juanito, están cortados por la misma tijera. Viven pendientes de ver cómo pueden dañar a cualquier persona que les caiga mal. O que les caiga mal a quienes forman parte de su círculo de aduladores.

Juanito y Jaimito, tanto monta, monta tanto, hace ya mucho tiempo que acordaron atentar contra ‘El Pueblo de Ceuta’. No en vano hace cuatro años que yo comencé a advertir al editor de este medio de la traición que estaban fraguando contra él. Mas el editor, que desconocía la forma de ser de ambos personajes, no sólo me lo refutaba sino que, además, me negaba incluso el derecho a la duda.

Cuando escribo es martes, y me agradaría sobremanera que la conducta de GM y JV, a partir de ahora, no sea la que propicie un estallido de violencia verbal imprevisible. El desastre que puede ocasionar la defensa de un medio al que tratan de cerrar. Como ya lo hicieron en su día con otro en el cual yo di la cara hasta el final. Montero y Vivas vuelven a las andadas. Están enfermos. De odio.
 

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