Cuando la palabra de los políticos pierde valor, la
democracia sufre daños. En esa situación puede encontrarse
el Gobierno de Vivas tras las maniobras de los últimos días
para justificar el pago de indebido a Urbaser por 12’5
millones de euros. Haber intentado disfrazar la verdad deja
maltrecha la credibilidad del partido gobernante y de su
presidente.
Ayer no le quedó más remedio a Vivas que ratificar cuanto se
ha venido contado desde estas páginas, pese a que el
Gobierno ha dado vueltas y revueltas, jugando con el
lenguaje y teniendo muy a gala exponer su sentido de la
honradez y la decencia. El presidente reconoció ayer
públicamente punto por punto toda la información que ha
publicado este medio y que ha denunciado el PSOE: el
brillante informe del técnico de Gestión Contable, los
descuadres contables, los pagos indebidos por importe de
12,5 millones de euros en concepto de amortización, etc. En
el sumum de sus planteamientos, llegó a realizar un juego de
palabras, él sabrá con qué intención, que dejó a todos
estupefactos: “Se ha pagado lo que correspondía pero ello no
significa que todo lo que se ha pagado correspondía”.
La realidad es que por miedo a ser arrastrados por la
verdad, el PP y Vivas quieren ahora aparecer como sus
valedores. Llegan tarde. Los trabalenguas, los juegos de
palabras, los argumentos propios de charlatanes de feria,
ahora no valen. Y no valen, porque se han pasado el tiempo,
desde que destapamos este asunto, tratando de liar la madeja
y procurando junto a todos sus “pelotas”, desacreditarnos e
insultar a José Antonio Carracao de todas las formas
posibles.
Y con todo este desaguisado, Vivas aún se permite decir:
“Somos personas decentes”. Pretende librarse de las
responsabilidades políticas -y de las posibles penales-
difundiendo el mensaje de que el caso Urbaser se está
investigando gracias a sus denuncias. La falacia es absoluta
y tan desmentida por los hechos que los populares sólo
consiguen que el foco se ponga con más intensidad aún en su
entramado económico.
De momento, y hasta que la Justicia de pronuncie, lo que sí
ha quedado evidentemente claro, es que son muy malos
gestores, que no han defendido con celo los intereses de los
ceutíes, que han pagado indebidamente y que no se han
preocupado, en su momento, por la renovación de la flota de
camiones que pagaban como amortización cuando ya estaban más
que amortizados.
Vivas tendría que saber que los políticos no deberían mentir
ni aunque fuera por graves razones de Estado, aunque en este
caso ni siquiera estaba en juego un asunto de esa
naturaleza.
No hace falta ser un fanático de la verdad para comprender
que las explicaciones ofrecidas resultan chuscas,
políticamente inaceptables, y que la situación del Gobierno
de Vivas es ahora más comprometida que antes de regatear a
la verdad.
¿Y ahora qué? ¿Cómo se come esto? Pues aquí tienen todas
nuestras portadas, toda la verdad, toda la información que
no hemos variado ni un ápice. La fuerza de una realidad que
han querido ocultar y desmentir por activa y por pasiva.
El Gobierno debería preocuparse de presentar el patio
trasero del partido lo más ordenado y limpio posible, en vez
de enzarzarse en espectáculos de dudosa utilidad para lo que
importa, que es exigir responsabilidades y plantearse reglas
transparentes y controles capaces de cortar unas conductas
que arruinan la confianza en la clase política. Lejos de
eso, la sospecha de corrupción lo deforma todo.
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