Honradez, confianza, simpatía... todo muy bonito, pero la
percepción sobre la actuación de Juan Vivas como máximo
responsable del Gobierno de la Ciudad y como gestor, se ha
visto mermada en los dos últimos años, desde que en 2011,
otro barómetro del CIS (preelectoral elecciones autonómicas)
reflejara que el 82’7% de los ceutíes calificara la gestión
realizada por el Presidente al frente del Gobierno de Ceuta,
como buena o muy buena.
Es obvio que en estos dos últimos años, han ocurrido una
serie de avatares que han mermado notablemente su imagen
pública, que se ha visto deteriorada. En la actualidad,
según el último barómetro del CIS, solo un 60,3% de los
ceutíes califica la gestión de Vivas, como buena o muy
buena. Un descenso del 22,4% no puede atribuirse al simple
“desgaste” en la acción de gobierno, sino a algo más: no
transmite tanta confianza como antaño, se le han descubierto
algunos renuncios y, en definitiva, ya no cuenta con el
parangón de político merecedor de la máxima confianza.
En esta misma línea de descrédito en cuanto a la opinión
pública, la actuación de Juan Jesús Vivas como Presidente
del Gobierno de la Ciudad, que en 2011 era calificada como
“regular” o “mala” sólo por un 16% de los encuestados, ahora
sube esa percepción nada menos que a más del 38,6%, lo que
supone un ascenso en la mala opinión sobre su gestión de
algo más del 22% en tan sólo dos años.
Datos numéricos que son merecedores de reflexión y análisis.
No se puede obviar que en los dos últimos años se han
cometido graves errores y no se han encontrado soluciones
válidas a problemas que se van haciendo endémicos: el
desempleo, el fracaso escolar, la gestión económica con
altísimos niveles de endeudamiento y “recortes” junto a
despilfarros difíciles de justificar, no contribuyen a
ayudar a la buena imagen de un político en clara decadencia.
Que Juan Vivas obtenga aún un cierto reconocimiento de sus
fieles no es extraño después de estar a diario en el
escaparate de los medios de comunicación y tras conocerse la
precariedad de la política nacional con escándalos a todos
los niveles. Pero sobre todo, no es extraño porque en Ceuta
no tenemos libre competencia entre partidos. ¿Hay algo más
desamparado desde el punto de vista electoral que los
ciudadanos de centro-derecha y derecha en Ceuta? Ocurra lo
que ocurra, solo tienen una opción: votar al PP. Y esa
realidad implacable y feroz dibuja, frente a la urna, una
alternativa diabólica: o votas PP aunque incluya corruptos
en sus listas, o dejas que gane el PSOE. Y viceversa: o
votas PSOE, te convenza o no, o dejas que gane el PP. Ni
unos ni otros van a votar nunca a Caballas, que tiene su
propioy exclusivo electorado. En un sistema así los
electores no somos los soberanos de los partidos; somos sus
súbditos. Aquí son los votantes los que están cautivos del
partido y no al revés.
El Partido Popular juega con la ventaja de saber que tienen
a su favor el propio sistema electoral -esto es, las reglas
del juego- y que por tanto el ejercicio de rendición de
cuentas ante la ciudadanía se llevará a cabo siempre de
forma beneficiosa para ellos. En el PP huyen hoy hacia
adelante solo porque piensan que, en la próxima jornada
electoral, sus miles de votantes no tendrán otra opción que
elegir. Esto es, porque saben que todo aquel a la derecha
del PSOE estará obligado a votarles.
Ahora bien, cuando en solo dos años se produce un retroceso
tal en la concepción del ciudadano sobre la gestión del
Gobierno de Vivas, merecería que hiciera examen de
conciencia y enderezara el rumbo de la autocomplacencia.
Juan Vivas está perdiendo apoyos y fuelle a pasos
agigantados. Los datos conocidos del CIS mas que favorables
le son muy negativos en la comparativa entre 2011 y 2012. No
es un dato baladí éste en el que Juan Vivas sale muy mal
parado. Se está dejando llevar por la inercia y pocas, por
no decir escasísimas iniciativas ha puesto en marcha,
limitándose al mantenimiento de los servicios básicos con
más pena que gloria y a esperar, como una prueba de fe, que
desde el Gobierno de la nación vengan ayudas o le saquen las
“castañas del fuego” con alguna medida, como aquélla del
Plan de Pago a Proveedores que hizo aflorar los 80 millones
de facturas, muchas sin consignación presupuestaria
guardadas en los cajones y durmiendo el sueño de los justos,
mientras nuestras Pymes lo pasaban muy mal y ponía en riesgo
la supervivencia de las pequeñas empresas.
Estos desmanes pasan factura y no caen en saco roto, como
tampoco el último escándalo del caso Urbaser judicializado
por el PSOE, mientras la oposición pide que se depuren
responsabilidades políticas.
Los datos del CIS sobre Juan Vivas no son para tirar
cohetes, precisamente y, muy al contrario, deberían mover a
la reflexión profunda para encauzar por otros derroteros las
acciones políticas de un Juan Vivas que atraviesa su peor
momento desde que accedió al poder.
La situación de las barriadas, la bipolarización que se hace
de las “dos Ceutas”, la del centro y la periferia que tanto
le critica Caballas, las “trampas” contables que le censura
el PSOE, el desencanto de la calle que ya le ha “calado” y
saben que “te dice siempre lo que uno quiere escuchar” para
luego incumplir lo prometido... Toda una retahíla de
decepciones que no ayudan a mejorar la imagen presidencial,
cuya gestión económica, ha sido su caballo de batalla y su
tumba política, por los “desajustes” contables, el
endeudamiento financiero y las deudas a proveedores.
Pero más allá de los números y los porcentajes del CIS,
tendrían que conectar más directamente, no por consulta
telefónica sino en vivo y directo, con la gente de la calle
sobre la figura del presidente y su concepto e imagen sobre
la misma. La verdad, como el algodón (del popular anuncio)
no engaña: estamos ante un presidente en claro declive.
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