Los barómetros demoscópicos marcan
tendencias. No son verdades absolutas, como se ha demostrado
en numerosos resultados electorales, donde los sondeos de
tendencia de voto no dieron ni una a derechas. Los
desaciertos fueron espectaculares, aunque se recurrió al
llamado “voto oculto” o a otras gaitas para justificar lo
que es una pifia descomunal en cuestión de encuestas previas
a los comicios. En realidad no es necesario el barómetro del
CIS para observar que la dinámica de gestión de Juan Vivas
en este sentido es decreciente, ha ido de más a menos y está
en declive. El mejor sondeo está en la calle, en el día a
día, puerta a puerta, en contacto directo con el ciudadano
preguntando a uno y a otro sin recurrir a un porcentaje,
para después ampararse en una horquilla más o menos amplia
de acierto u error.
Por mucho que se quiera jugar con los guarismos, no solo hay
que recurrir a unos porcentajes sin establecer una
comparativa con los datos que precedieron en otros sondeos
demoscópicos. Queremos decir que, las lecturas, para que
sean fiables y rigurosas, hay que situarlas en el contexto
barométrico adecuado, basando en sus antecedentes el estudio
que analizamos. Adecuar los datos a los intereses que se nos
antojen, aparte de distorsionar la realidad, supone un
engaño o el disimulo a una evidencia que está en la calle y
que es cercana. Quien mejor pueden darnos los datos más
fiables de la gestión política del Gobierno Vivas es nuestro
vecino, nuestro amigo, nuestro compañero de trabajo (el que
lo tenga, que ya es una suerte). Hay quienes prefieren
quedarse en la superficialidad de unos datos que, aún
pudiendo resultar en apariencia favorables, en el fondo
dejan entrever los aspectos negativos. Creer lo contrario es
un sarcasmo para el ciudadano y un esperpento político.
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