En la recta final del curso, nos
guardaron la prueba reina del mismo, el Acuarroca, una
prueba de ocio y relax, pero basada en la protección del
ecosistema, donde se demuestra el trabajo en equipo, y la
adaptación al entorno natural, y sobre todo la fuerza y
resistencia.
Desde la Playa del Desnarigado , que le dicen la
Pota...subiendo por el Camino de Ronda, y merodeando los
aires marineros que contemplan la Carcel de Mujeres, al
trote de nosotros los componentes del Curso de Monitor
Deportivo, bajamos todo el Recinto Sur, hasta la
desembocadura de Fuente Caballo, allí nos aviamos y
pertrechamos, saldando la baranda donde se acaba el Paseo de
Fuente Caballo, y allí que pisando piedras y recuerdos
centeneros, veiamos lo que dejó cualquier tiempo pasado que
sería mejor, era las huellas de la Casa de Juanichi, que
entre el abandono y el olvido, ya no quedaba ni los peldaños
de la escalera.
Fuimos caminando y recordando de carrerilla, ante los
suspiros de la orilla, Las peñas de la Marujita, el Bogueo,
la Pirata, y majestuosa por los siglos de los siglos , la
Peña de la Muerte.
Y todos me decían, Javier, escribe algo de este maravilloso
entorno natural que parece que no se acercan nadie ni cada
cuatro años para pedir el voto , a las rocas que custodian
mirando a los luceros, un espacio costero, que fué la
delicia de esta tierra.
Y seguimos pasando, luchando, el esfuerzo, el entusiasmo,
pisando rocas, nadando entre espacios abiertos, penetrando
por la cueva, y saliendo por la gruta, así, hasta que fuimos
abriendo brecha, y al espiritu de Grupo Anfibio, nos fuimos
entre rocas y agua, nadando por el Sarchal, hasta la
Potabilizadora, donde felices, por el deber cumplido, no
sentiamos ni las piernas, pero demostramos, la capacidad del
ser humano, en la resistencia y adaptación al medio natural.
Lo que no se me escapó fue ver la balsa neumática de los
subsaharianos, con los chaquetones flotando, los cartones de
leche con letras arábigas, los dejes de zapatillas,
alpargatas, de tantas historias humanas que pasaron por
allí, siendo testigo la luz de la luna, y el amanecer del
chirrío de las gaviotas.
Y como sería el hambre y la necesidad que allí se presumía,
que más de uno se zampó los burgaillos a la vera del
acantilado, pero en vez de cocidos y con alfiler, en una
pierda machacaos...
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