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OPINIÓN - JUEVES, 2 DE MAYO DE 2013

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

El arte que refleja un pensamiento: ¡África!
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

A veces suceden acontecimientos con los que uno se apasiona y llega a transformarse. Algo parecido debió sucederle al arquitecto sevillano Javier Jiménez Sanchez-Dalp. De pronto, tuvo la inspiración del arte como llamada, y mientras trabajaba en la construcción de un centro de traumatología de la orden hospitalaria de San Juan de Dios en Douala (Camerún), le sorprendieron tantas vivencias que optó por compartirlas. Se adentró tanto en el alma de las gentes que sintió el deseo de acercarnos su rostro vivo. No le debió ser difícil a quien con visión de poeta sabe retratar, desde siempre, modos y maneras de vivir, o lo que es lo mismo, experiencias de vida. A propósito, cuentan sus amigos que ya en la infancia tenía unos innatos impulsos por dibujar todo aquello que le sorprendía. Así, brotaron las veintitrés obras pictóricas expuestas ahora en el archivo-museo de San Juan de Dios, bajo el título “África a bolígrafo”, ubicada en la Casa de los Pisa de la universal ciudad de la Alhambra, engrandeciendo sin duda, aunque sea por unos meses, la ruta del renacimiento-barroco granadino.

La ubicación de estas obras de arte en esta honorable Casa de los Pisa, que tiene tras de sí una emblemática trayectoria difusora de la creatividad en su más pura transcendencia, es todo un acierto, puesto que encaja tanto en su gesto acogedor como en sus fines de promover una auténtica cultura. Ciertamente, las obras que ahora se exponen, nos dan una visión de un continente, el africano, muy desconocido, y a la vez, muy necesitado de amor. Se nos ha dicho que el objetivo de esta exposición es la sensibilización sobre la situación de desigualdad que sufre esta gente. Según Naciones Unidas, Camerún es uno de los treinta países del mundo con menor desarrollo humano. El autor de estos dibujos, que ha querido canalizar sus propias vivencias a través de su práctica creativa y, con ella, concienciarnos para llevar un poco de esperanza y comprensión a estas tierras. Realmente, la fascinación del artista se contagia en los ojos del espectador: consigue traspasarnos con su mensaje y hacernos soñar que otro mundo es posible, a poco que nos ayudemos unos a otros.

Desde luego, el arte es una buena manera de conducirnos por la vida. Las expresiones de estos seres humanos, sus abecedarios emanados de sus miradas que hablan por sí mismas, nos invitan a la reflexión. Pienso que esta exposición nos traslada a un mundo que pide nuestro auxilio, cualquiera de sus cuadros nos deja perplejos, nos hace meditar sobre el sentido de nuestro quehacer diario. Son imágenes cargadas de expresividad de un territorio castigado por miles de injusticias y desigualdades, por centenares de conflictos que no conducen a ninguna parte. Ellos parecen mirarnos y nosotros tenemos que dejarnos ver por sus miradas. Piden nuestra clemencia. Sólo hay que llevarse a los labios estos dibujos. Hay que felicitar al artista, que desde la sencillez de un bolígrafo, ha sido capaz de radiografiar, un apasionante universo de interrogantes, que nos exige a todos un mayor compromiso con nuestros semejantes.

Que nadie se haga ilusiones de que se puede avanzar, excluyendo. Todo formamos parte de un tronco común del que penden los diversos hábitats. Sí bellísima es la naturalidad con la que Javier Jiménez Sánchez-Dalp dibuja las variadas atmósferas, no menos realistas son los trazos que el pintor utiliza para dar apoyo a una cultura crecida por las incomprensiones, que espera nuestra mano tendida, para que se haga justicia y la riqueza beneficie a todos los pueblos africanos por igual. Nos alegra, pues, que una vez más como tantas otras veces, la sala de exposiciones temporales del Archivo-Museo San Juan de Dios, ofrezca una muestra artística llena de sensaciones hospitalarias, a través del talento artístico de un arquitecto de profesión, capaz de modularnos una historia tórrida visible a nuestro corazón, que estoy convencido servirá para ponernos en movimiento. Porque, indudablemente, estamos ante unas pinturas de gran calado que sirven para entusiasmarnos y es, bajo ese fuego, como surge la llama solidaria.
 

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