La imagen de ciudad fantasma que
da Ceuta los días festivos ha de desterrarla de una vez si,
realmente, el Gobierno quiere llevar a la práctica de una
manera efectiva, positiva y auténtica, su carácter de
destino turístico que tanto se pregona en ferias de todo
tipo. De poco vale que, publicitemos esta cuestión y,
llegado el momento, nuestras calles estén desiertas, los
comercios cerrados y los potenciales turistas, aburridos,
calle Real arriba y abajo, como sucedió ayer con los 1.600
cruceristas que llegaron a nuestro puerto a bordo del
“Thomson Dreanm” y no pudieron satisfacer sus ansías de
compras, por lo que hubo que trasladarlos en cuatro
autobuses a Marruecos, como sustitutivo, algo similar por
nuestro bajo nivel de alojamiento cuando hace años, con
ocasión de la celebración de la Trobada de las Peñas del
Fútbol Club Barcelona, hubo que hacer algo similar en el
vecino país para 1.500 plazas hoteleras.
Ceuta ha de plantearse, desde el Gobierno de la Ciudad y
desde las “fuerzas vivas”, si está o no, a favor de la
apuesta decidida, firme, con recursos válidos, para
responder a una fuerte demanda turística o nos vamos a
quedar a nivel de folletos sin grandes pretensiones ni
convicción para que nuestra ciudad sea un destino atractivo
que sepa dar respuestas comerciales, paisajísticas,
culturales y de ocio a un potencial visitante, deseoso por
descubrir nuestros atractivos a todos los niveles. Al
preguntarse dónde están los ingleses, habría que responder
con otra interrogante: ¿Dónde están esos comerciantes que se
quejan de la crisis económica y que no son capaces de
“sacrificarse” y levantar la persiana para aprovechar las
ventas puntuales en un momento propicio? Esta es una
cuestión de todos, no solo de unos cuantos. De todos depende
el impulso comercial.
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