El Dia del Funcionario celebrado
ayer, tan tradicional como emotivo por lo que representa
para este gran sector dedicado a la Administración Pública,
siempre cuenta con un aspecto eminentemente destacable: el
reconocimiento a los años de servicio. En unos casos, 25 y
en otros 35 años, lo que supone una trayectoria profesional
de entrega profesional, de actividad laboral en la
Administración, en las más diversas misiones y cometidos, de
servicio al ciudadano y con un carácter eminentemente social
que resulta imprescindible para el funcionamiento de la
burocracia administrativa de las instituciones.
En el caso de Ceuta, los galardonados ayer, funcionarios que
accedieron en los años 1.978 y 1.988, obtuvieron el
reconocimiento público con orgullo y nerviosismo, porque
para sus vidas suponía un punto de inflexión y para su tarea
profesional, un premio a su buen hacer, a su dedicación, a
su entusiasmo en esa labor de servicio público que requiere
vocación y, a veces, mucha abnegación. Y llegados estos
momentos, cuando es hora de hacer balance de toda una vida
profesional, es cuando surgen los recuerdos y las vivencias.
La satisfacción del deber cumplido, la gratitud por el
reconocimiento de una tarea bien hecha durante años, la
publicidad de estos méritos a nivel público, no deja de ser
la contraprestación a lo que tanto se dio durante el
ejercicio profesional. El reconocimiento público a quienes
entregaron parte de su vida a la gran familia de
funcionarios, una familia que ha ido creciendo con el
tiempo, desde aquéllos 400 a los 2.500 actuales, es el mejor
exponente de valorar lo que representa el funcionario en
cuanto a servicio público a la Administración.
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