Confieso que una vez más me olvidé
de que hoy había sesión plenaria. Por más que en esta
ocasión, debido al ‘caso Urbaser’, me había hecho a la idea
de verla por medio de la televisión pública. Pero ni por
eso. Pues cuando quise darme cuenta y encendí el televisor
ya llevaban los concejales discutiendo su buen tiempo.
En principio, creí que me había perdido lo más importante
del orden del día: que era, como no podía ser menos, la
reprobación del Gobierno por su “negligencia culpable” con
Urbaser. Por parte de la coalición Caballas. Aunque tras
llamar a quien vive pendiente de cuanto acontece
políticamente en la ciudad, me dijo que todavía no se había
afrontado dicho asunto.
Y, claro, decidí quedarme frente ante el televisor con el
fin de empaparme de cómo Juan Luis Aróstegui dejaba a
los populares más desairados que nunca. Ya que yo siento
verdadera devoción por los tontos. Y, desde luego, no tengo
el menor pudor en declararme fanático de los que, además de
tontos, son manifiestamente útiles.
El tiempo pasaba y se hablaba de todo y nada de importancia,
mientras yo esperaba impaciente el momento en el cual
Aróstegui, arquetipo de tonto útil, les dijera a los
populares impropios por cómo habían gestionado el contrato
de la basura. Pero mi gozo en un pozo, y todas mis
esperanzas, a paseo.
Tentado estuve de apagar el aparato y ponerme a leer. Mas
cambié de opinión y me quedé escuchando atentamente lo que
se decían unos a otros. Ni que decir tiene que pronto me
percaté de las extraordinarias relaciones que mantiene
Aróstegui, como principal dirigente de Caballas, con nuestro
alcalde.
Ambos se entienden con la mirada. Incluso hubo un momento en
el cual los dos se estuvieron mofando de la forma de
expresarse del concejal de Medio Ambiente. Lo cual es signo
inequívoco de que forman una pareja malvada. Lo de malvado
se me ha venido a la mente porque fue lo que les dijo el
tonto útil a los concejales del PP.
Lo hizo mientras criticaba no sé qué cuestión relacionada
con la competencia de los Menores asumida por la Ciudad en
su momento. Si bien es cierto que pronto reconoció que,
desde hacía dos años, se venía notando una mejoría en el
centro. Y dejó entrever que esa mejoría se debía a sus
buenas relaciones con nuestro alcalde. Y dio explicación no
pedida: “Lo dicho puede que me cueste el que alguien siga
insistiendo en que yo me llevo la mar de bien con el PP”.
La mar de bien con los populares, no; usted, señor Aróstegui,
se lleva únicamente bien con Vivas. Su amigo del alma
y ambos, a su vez, amigos del editor del periódico añejo.
Quien estaba sentado en primera fila sin perderle la mirada
a nuestro alcalde. Ya hay que tener ganas… Por más que uno
comprenda sus motivos.
El que parecía estar tocado de los nervios durante sus
intervenciones fue Guillermo Martínez. Quien debería
cuidar su nariz. Cuyo crecimiento imparable acabará
ocasionándole problemas de espacio. Problemas de espacio y
de estética. Al paso que va, si no rectifica, puede ser reo
de sus propias trolas.
El portavoz del Gobierno pidió respeto a cada paso. Sin caer
en la cuenta de que no puede ser faltado al respeto quien
nunca lo tuvo. Y es que cuando se carece de talento para
mentir, uno puede verse abocado a ser tenido por un
individuo insignificante. En fin, que mañana podré opinar
acerca de la reprobación de Caballas al Gobierno. Por el
‘caso Urbaser’. Que huele… Vaya si huele.
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