El reciente ataque de nervios
sufrido en Rabat tras la iniciativa norteamericana con la
MINURSO ha dejado paso a la calma chicha, habitual tras las
tormentas, mientras se evalúan los severos daños de imagen
sufridos en el contencioso sahariano y el aparato
administrativo luce en la cara lo que por estos pagos llaman
“sonrisa amarilla”, o sea una mueca de circunstancias.
“Victoria pírrica”, cuento a mis queridos amigos marroquíes
a quienes cuesta reconocer (el árbol no les deja ver el
bosque) que solo se ha ganado tiempo y que, por el
contrario, han quedado expuestas algunas debilidades
estructurales del país mientras el ciudadano de a pie intuye
que, pese al “bombardeo” mediático oficial, la situación
jurídica internacional de las marroquíes “Provincias del
Sur” no es tan sólida como se vende. Y mientras, desde la
portada de Le Temps del viernes 26 se airea el mensaje de
estos días, o “Cómo el Rey ha salvado el Sáhara”.
Porque esta grave crisis cerrada en falso ha demostrado por
lo demás, a propios y extraños, que en el Reino de Marruecos
la única administración que hay y cuenta es la real, sin
entrecomillar pero en el sentido mayestático de la palabra:
el gobierno Benkirán ha sido apartado del dossier sin
contemplaciones, bruscamente y diría incluso con un toque de
soberbia, tomando desde el primer momento los consejeros
reales (los Fassi y los Fihri, los Fihri y los Fassi) las
riendas de la situación, dejando a un lado, cuando no
aparcados, a los representantes políticos elegidos por el
pueblo marroquí. Sin subterfugios ni complejos, que donde
manda patrón no manda marinero. ¿La nueva y flamante
Constitución....? Un brindis al sol. Porque si es cierto que
la figura del rey, el joven soberano Mohamed VI, concentra
de hecho y de derecho las últimas decisiones en los
cruciales aspectos de exteriores y defensa, también es
verdad que los consejeros reales son eso... consejeros y no
tienen estatuto político ni administrativo para recibir a
los representantes del pueblo, los diputados, esa es la
labor del gobierno, de un gobierno que ha sido eclipsado y
echado a un lado del foco de los acontecimientos como se ha
visto desde el primero momento, el 14 de abril, en Fez... O
en Moscú. ¿Quién y cómo entregó la carta personal de Mohamed
VI a Putin..? ¿El ministro de Exteriores y titular oficial
de la cartera, El Othmani, o su segundo en teoría, el
sobrado ministro delegado Fassi Fihri...? Que me lo cuenten.
Porque además lo que no deja de publictarse desde Rabat es
que la diplomacia marroquí ha mostrado sus límites (volvemos
a Le Temps), siendo salvada la situación por “la
intervención firme y sin equívocos del Rey Mohamed VI”, cuya
iniciativa personal habría desactivado “la bomba del Sáhara”
(sic).
Si esto ocurre en el digamos frente exterior, en el que
Mohamed VI es más rey que nunca, lo mismo ocurre dentro del
país. Y es que la severa crisis sufrida con las Provincias
del Sur ha desdibujado la crucial y decisiva intervención
del propio Mohamed VI ante la preocupante e indecente“fatwa”
(o fetua) sobre la apostasía, muy en consonancia por lo
demás con la tradición islámica, emitida alegre e
imprudentemente por el Consejo de Ulemas del Reino (¡en
teoría presidido por el mismo rey!), que recomendaba
literalmente la pena de muerte para cualquier musulmán que
abandonara su religión. Tal cual. Con dos cojones en los
tiempos que corren y siendo, Marruecos, socio preferente de
la Unión Europea.
Los primeros en llamar la atención sobre la misma fueron
diferentes asociaciones de derechos humanos marroquíes,
encabezadas hay que decirlo por El Mahjoub El Haiba, al
frente de la Delegación Ministerial de Derechos Humanos (DIDH)
advirtiendo que (maticemos que para muchos ésta execrable
fatwa encaja al dedo en la sharía o ley islámica),
vulneraría todas las convenciones y tratados de derechos
humanos ratificados por el Reino de Marruecos.
Añadiría más: ¡iría contra la el espíritu de la nueva
Constitución!. Efectivamente, además de reconocer la
libertad de culto (Artículo 3) y “reafirmar su acatamiento a
los derechos del Hombre tal y como son universalmente
reconocidos” (Preámbulo), se infiere que cada uno posee la
libertad de conciencia, de creencia y de convicciones
religiosas, es decir una forma quizás sutil de reconocer
tácitamente la libertad de conciencia. Por lo demás, en El
Corán la sura medinesa de “La Vaca” (de 286 aleyas),
establece claramente en su aleya (versículo) 256 que “No
cabe coacción en religión” (en la popular edición del
arabista Julio Cortés), si bien la versión de El Noble Corán
traducida y comentada por el ministerio de Asuntos Islámicos
de Arabia Saudí es más críptica correspondiendo la cita a la
aleya 255 (“No hay coacción en la práctica de Adoración”),
advirtiendo en las notas (estamos hablando del wahabismo
hambalí, la cara más espesa y dogmática del Islam) que,
entiendo bajo la ley de los abrogantes y los abrogados este
interesante verso coránico (para los musulmanes dictado por
Dios al Profeta Mahoma a través del arcángel Gabriel) habría
sido superado por la aleya 5 de la sura 9, At-Tawba (El
Arrepentimiento), con mucha enjundia y que no tiene
desperdicio pero ahora no viene al caso.
A lo que íbamos y vamos indo, total que en la “jotba”
(plegaria) del pasado viernes 19, en plena crisis sahariana
y delante del mismo Mohamed VI, el imam de la mezquita Ohoud
de Safi dedicó la misma ¡a la libertad de conciencia! (olé y
olé), especificando (y en Ceuta más de un sectario grupo
islamista sin enterarse) que “el Islam garantiza la libertad
de religión, la libertad de conciencia, la libertad de
opinión y de expresión” y que, por consiguiente, Amir Al
Moumenim (el Emir de los Creyentes, o sea Mohamed VI) es el
único habilitado para regular esta libertad.
Bien por el sunnismo malikí y, sobre todo, bien por el
“Islam a la marroquí”, es decir el Islam propiciado por el
Estado marroquí. Ahora comprenderán por qué este escribano
del limes, en materia religiosa cuando menos, defiende a
capa y espada al joven soberano Mohamed VI, aireado sea sin
complejines y como se dice en aviación “de frente y por
derecho”. Visto.
|