Cuenta con un magnífico historial
académico. Tan bueno como para que su padre, como todo padre
que se precie, pueda haber dicho en más de una ocasión, en
corrillo de amigos y conocidos, que su Guillermito era una
lumbrera. Un auténtico cerebrito. Y que estaba llamado a ser
muy importante en la vida política de esta ciudad.
Guillermo Martínez principió su andadura política en el GIL.
Un buen comienzo. La mejor manera de foguearse en las luchas
políticas de la ciudad. Y si a ello le sumamos sus
conocimientos como funcionario municipal, miel sobre
hojuelas.
GM, Guillermito para su padre, pronto recibió el espaldarazo
de Juan Vivas. Sin ese requisito, el tal Martínez,
por más que los suyos no se hayan cansado nunca de decir que
tiene una cabeza muy bien amueblada, no habría pasado de ser
un empleado más. Que no es poco. La verdad sea dicha.
Cuando a Vivas se le preguntaba por Guillermito, hace de
ello ya bastantes años, respondía así: es persona lúcida y
capaz de razonar con claridad. Y añadía: Martínez está
llamado a hacer grandes cosas por esta ciudad. No me consta
que Vivas dijera, como es habitual en él, que a Guillermito
le faltaba todavía un hervor para mentir bien.
Pues bien, Guillermito, hipocorístico por el cual le siguen
nominando sus amigos y familiares, estará en posesión de un
magnífico historial académico, será un auténtico cerebrito,
le cabrá en la cabeza todo el ayuntamiento, y hasta puede
que un día aspire a ser alcalde de esta ciudad… Pero tiene
un problema: no se acuerda de las mentiras al día siguiente
de contarlas.
Circunstancia muy adversa para él. Y que, sin duda alguna,
puede lastrar sus justas aspiraciones políticas. Y,
naturalmente, tantas contradicciones en sus apariciones,
como portavoz del gobierno, más que ayudar a nuestro alcalde
lo que están haciendo es poniéndole entre las cuerdas.
Y es que para mentir, lo que se llama mentir bien, hay que
tener talento. Y no es precisamente dotes intelectuales lo
que está esgrimiendo, en sus conferencias de prensa, por el
‘caso Urbaser y Contenur, Guillermo Martínez. Quizá más
Guillermito que nunca.
Guillermito Martínez nunca ha sido la alegría de la huerta.
Todos sabemos que siempre le ha costado lo indecible saludar
y mucho más comunicarse con los ciudadanos. Gesto ceñudo y
sequedad en sus respuestas han sido muestras evidentes de su
carácter. Carácter que se le ha ido agriando a medida que ha
hecho de la mentira un modo de vida. ¡Qué seriedad la del
tal Martínez, en los últimos tiempos! Parece que está reñido
con el mundo mundial.
Así que da grima verlo caminar por la rúe como si huyera del
diablo que le está induciendo a decir, públicamente, una
cosa hoy y otra mañana; todas ellas relacionadas con la
basura. Y es que el diablo que tiene cogido a Martínez por
donde más duele, tampoco es un buen contador de mentiras.
Porque también carece de talento para mentir por etapas,
como toda narración bien compuesta.
El diablo que asesora a Guillermito es un embaucador de poca
monta. Un tipo poco leído y que lleva haciendo de papagayo
desde que tuvo uso de razón. Un repetidor de frases hechas y
cuyo mayor disfrute consiste en buscarle la ruina al más
pintado. Alguien que gusta sobremanera de traicionar. Y que
está mereciendo, dado su mal comportamiento, unos azotes en
el trasero. Eso sí, permitiéndole que elija el instrumento
del castigo. Guillermito y su diablo protector caminan hacia
la sima. ¡Pobre Martínez!
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