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OPINIÓN - DOMINGO, 28 DE ABRIL DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Guillermo Martínez
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cuenta con un magnífico historial académico. Tan bueno como para que su padre, como todo padre que se precie, pueda haber dicho en más de una ocasión, en corrillo de amigos y conocidos, que su Guillermito era una lumbrera. Un auténtico cerebrito. Y que estaba llamado a ser muy importante en la vida política de esta ciudad.

Guillermo Martínez principió su andadura política en el GIL. Un buen comienzo. La mejor manera de foguearse en las luchas políticas de la ciudad. Y si a ello le sumamos sus conocimientos como funcionario municipal, miel sobre hojuelas.

GM, Guillermito para su padre, pronto recibió el espaldarazo de Juan Vivas. Sin ese requisito, el tal Martínez, por más que los suyos no se hayan cansado nunca de decir que tiene una cabeza muy bien amueblada, no habría pasado de ser un empleado más. Que no es poco. La verdad sea dicha.

Cuando a Vivas se le preguntaba por Guillermito, hace de ello ya bastantes años, respondía así: es persona lúcida y capaz de razonar con claridad. Y añadía: Martínez está llamado a hacer grandes cosas por esta ciudad. No me consta que Vivas dijera, como es habitual en él, que a Guillermito le faltaba todavía un hervor para mentir bien.

Pues bien, Guillermito, hipocorístico por el cual le siguen nominando sus amigos y familiares, estará en posesión de un magnífico historial académico, será un auténtico cerebrito, le cabrá en la cabeza todo el ayuntamiento, y hasta puede que un día aspire a ser alcalde de esta ciudad… Pero tiene un problema: no se acuerda de las mentiras al día siguiente de contarlas.

Circunstancia muy adversa para él. Y que, sin duda alguna, puede lastrar sus justas aspiraciones políticas. Y, naturalmente, tantas contradicciones en sus apariciones, como portavoz del gobierno, más que ayudar a nuestro alcalde lo que están haciendo es poniéndole entre las cuerdas.

Y es que para mentir, lo que se llama mentir bien, hay que tener talento. Y no es precisamente dotes intelectuales lo que está esgrimiendo, en sus conferencias de prensa, por el ‘caso Urbaser y Contenur, Guillermo Martínez. Quizá más Guillermito que nunca.

Guillermito Martínez nunca ha sido la alegría de la huerta. Todos sabemos que siempre le ha costado lo indecible saludar y mucho más comunicarse con los ciudadanos. Gesto ceñudo y sequedad en sus respuestas han sido muestras evidentes de su carácter. Carácter que se le ha ido agriando a medida que ha hecho de la mentira un modo de vida. ¡Qué seriedad la del tal Martínez, en los últimos tiempos! Parece que está reñido con el mundo mundial.

Así que da grima verlo caminar por la rúe como si huyera del diablo que le está induciendo a decir, públicamente, una cosa hoy y otra mañana; todas ellas relacionadas con la basura. Y es que el diablo que tiene cogido a Martínez por donde más duele, tampoco es un buen contador de mentiras. Porque también carece de talento para mentir por etapas, como toda narración bien compuesta.

El diablo que asesora a Guillermito es un embaucador de poca monta. Un tipo poco leído y que lleva haciendo de papagayo desde que tuvo uso de razón. Un repetidor de frases hechas y cuyo mayor disfrute consiste en buscarle la ruina al más pintado. Alguien que gusta sobremanera de traicionar. Y que está mereciendo, dado su mal comportamiento, unos azotes en el trasero. Eso sí, permitiéndole que elija el instrumento del castigo. Guillermito y su diablo protector caminan hacia la sima. ¡Pobre Martínez!
 

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