La cuantía y repercusión del caso Contenur aún siendo muy
inferior al de Urbaser, no hace mas que demostrar la mala
praxis que viene utilizando la Ciudad Autónoma en contratos
millonarios. Se contratan con un descontrol descomunal, con
una forma de gestionar lo público, realmente anárquica, sin
que nadie se responsabilice de nada y en una vorágine de
anomalías que denota, como poco, un sinfín de torpezas en
los mecanismos que deberían ser de control y sin todo lo
contrario: de descontrol.
Aquí, la técnica utilizada, lejos de aclarar situaciones,
comportamientos, formas de llevar las cuentas, ha sido la de
matar, aniquilar, lapidar, al mensajero, se llame como se
llame. A José Antonio Carracao se le ha sometido a una
verdadera “cacería” política.
¿Cuánto dinero público le cuesta a los ciudadanos estos
“desajustes”, “descontroles” o como se les quiera llamar? En
una ciudad con 3.000 viviendas de déficit, con tasas de paro
alarmantes, con los Planes de Empleo que sirven de bálsamo
para aminorar el desempleo, donde los funcionarios y
empleados públicos han sufrido los rigores de los
“recortes”, hay un Gobierno sumamente complaciente con
Contenur y Urbaser para “cumplir los contratos” a manos
llenas, sin más comprobaciones y, ahora se escudan en que se
reclamara lo que se haya pago indebidamente. Pero ¿en qué
país vivimos? ¿En un país de locos o de incompetentes?
Contenur es otro foco de irregularidades, que vienen a
sumarse a las de Urbaser. Esto parece la ceremonia de la
confusión, donde no salimos de un problema y nos metemos en
otro. “Se pagan y amortizan 9 camiones y devuelven dos. Y
por los otros 7 se siguen pagando “reting”.
No hay fiscalización, no saben lo que pagan ni cual es la
propiedad de la Ciudad, una situación de verdadero caos. ¿En
cuánto se cuantifica todo este desmadre? ¿Pasará igual con
la gestión de los semáforos? Esto parece el cuento de nunca
acabar. Un desbarajuste mayúsculo en un contexto en el que
parece que el “todo vale” se ha instalado de manera
vitalicia.
O estamos rodeados de incapaces, de confiados, de torpes, de
inútiles, de despistados, o aquí hay alguien que les permite
estos desmanes y, encima, les da patente de corso. No es
explicable, desde un punto razonable, tanta torpeza ni tanta
inutilidad.
Así se puede uno explicar que hubiera 80 millones de
facturas sin consignación presupuestaria en los cajones y
que florecieran como las flores en primavera cuando se
planteó el sistema de pago a proveedores mediante el crédito
ICO al 5% de interés.
Parece que se quiere poner a prueba nuestra capacidad de
sorpresa, ya que a cada momento surge una novedad, siempre
negativa, que nos deja con la boca abierta. Lo peor del caso
es que aquí, en Ceuta, parece que nunca pasa nada. ¿Hasta
cuándo?
Una institución pública que habría de ser un ejemplo de
rigor, se está convirtiendo en un instrumento de cómo se
hacen las cosas con impunidad, rematadamente mal sin el
menor rubor. Nadie parece ponerse las pilas y los políticos,
miran para otro lado, como si no fuera con ellos la
cuestión.
Lo “bueno” es que nos sacamos de la manga una comisión de
investigación, no se investiga nada y, al final, se cubre el
expediente engañando al personal. Todo menos aclarar por la
cuenta de la vieja, sin formulismos ni tecnicismo, los
desajustes contables. Los desastres económicos. Los
desastres que sólo acabarían con la exigencia de
responsabilidades a los causantes de tantas desventuras
económicas y descontrol.
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