El caso Urbaser parece el cuento de nunca acabar. El
Gobierno, empecinado en enmarañar la situación, mantiene un
discurso –ya propagado por sus medios afines- de que no se
pagó de más a Urbaser; sólo lo que fijaba el contrato. Sin
embargo, esa no es la cuestión sino que la verdadera
cuestión es: ¿Se debió pagar a Urbaser la totalidad de lo
que fijaba el contrato? ¿Por qué se pagaron esos 12’5
millones si Urbaser había incumplido el contrato? Nos
explicamos, para que ustedes lo entiendan ni recurrir a
términos contables ni asuntos económicos que solo conocen
los expertos:
Si ustedes van a una cafetería y piden diez cafés y sólo le
sirven tres, ¿pagarían ustedes los diez cafés? Pues el
Gobierno de Vivas, sí los pagó a Urbaser.
No se trataba en este caso de cafés sino de cantidades en
concepto de amortización de maquinaria, cuando Urbaser
incumplió el contrato, ya que una vez amortizados los
camiones, estaban obligados a adquirirlos nuevos y, sin
embargo, la Ciudad Autónoma –con negligencia o vaya usted a
saber qué otra actitud- continuó pagando amortizaciones
cuando los camiones ya estaban mas que amortizados. Así se
llegó a la situación tan rocambolesca que, por un camión que
valía 150.000 euros se pagaron 650.000 euros más. Y así en
varios casos más.
Un exceso que ahora se quiere enmarañar, confundiendo y
diciendo la verdad a medias: el Gobierno repite hasta la
saciedad que se abonó lo que ponía el contrato, pero resulta
que éste se incumplió y no debió abonar esos 12 millones y
medio de euros.
Para actuar así, o hay que ser muy tonto o, por el
contrario, hay que ser muy listo. Y ustedes me entienden.
Quien paga por un servicio que no se presta o por un
incumplimiento de contrato, hace sospechar, como poco, que
no juega limpio o es una descontrol monstruoso el que se
comete que alguien habrá de pagar.
Pero aquí, de pedir responsabilidades, nada de nada. Ya lo
ha dicho el presidente: llevan doce años pidiéndole
responsabilidades y miren si ha tomado alguna. “Res de res”,
nada de nada, que diría un catalán que para el tema del
dinero a buen seguro que hubiera sido mucho más cuidadoso
que nuestros próceres políticos.
¿Si los camiones ya estaban amortizados porqué se siguieron
pagando? ¿A dónde ha ido a parar ese dinero indebidamente
pagado? ¿Quién se va a hacer responsable de estas “alegrías”
económicas millonarias del dinero de todos los ceutíes?
Lo que no es de recibo es que el consejero de Economía y
Hacienda sea muy contundente para aseverar que no se ha
pagado más de lo indicado en el contrato y, en cambio, exija
prudencia al reconocer con la boca pequeña que hubo pagos
indebidos, porque la coalición Caballas también le ha dicho
que una vez amortizados los camiones Urbaser tenía la
obigación –por contrato-, de cambiar la flota y comprarlos
nuevos, pero en la Ciudad Autónoma, como son muy
espléndidos, siguieron pagando por varias veces camiones
viejos, ya amortizados y aquí no pasa nada.
¿Habrá algún asunto turbio en ese proceder? ¿Alguien se cree
que estos chicos que son todos los más listos de la clase,
cometen estas torpezas porque sí, al tuntún? Si no es porque
el informe de ese técnico, al que Guillermo Martínez puso en
público identidad propia con nombre y apellidos, desveló lo
que estaba pasando ¿se hubieran seguido pagando camiones y
amortizaciones hasta el día del juicio final? ¿Dónde ha ido
a parar todo ese dinero? ¿Cómo se explica que nadie controle
certificaciones, pagos en concepto de amortizaciones y las
cuentas se disparen como si estuviéramos hablando de
cantidades ínfimas?
El Gobierno quiere poner sordina a un escándalo que ha
provocado verdadera alarma social en la ciudad y pretende
dilatar en el tiempo este asunto, para que alguien se
olvide, para procurar mientras confundir y liar la madeja, a
ver si nadie se entera de nada y acaban diciendo, como un
amigo mío: “Esto es muy farragoso”. No, amigo. No es
farragoso; otra cosa es que al Gobierno le interese hacerlo
farragoso y complicado para que nadie se entere de nada
cuando el asunto es clarísimo: se ha pagado 12’5 millones
que no se tenían que pagar. Y pónganles ustedes el nombre y
apellidos que quieran. Esa es la cuestión.
La mayor preocupación del Gobierno ha sido exculparse de
cualquier responsabilidad en el asunto pero alguien habrá de
afrontar el “peso” de una mala praxis, de un descontrol
mayúsculo, de este desaguisado de tomo y lomo.
El Gobierno ha pretendido entrar en unas disquisiciones de
verdadero y asombroso misterio, en plan de ni sí ni no sino
todo lo contario. Sería como si alguien dijera que no se ha
robado pero falta dinero. Una forma de hacer “farragoso” un
asunto para los no iniciados o para volver loco al que no
profundice en el fondo del tema: Urbaser no debía haber
cobrado el contrato íntegro si lo ha incumplido. ¿Si ya
estaba la flota de camiones amortizada porqué se les siguió
pagando? A esto hay que responder con claridad. Mientras no
se haga habrá una sombra de sospecha sobre los protagonistas
y culpables, de estos desmanes con dinero público.
Lo dicho: o hay que ser muy tonto para proceder así, o hay
que ser muy listo. Ustedes, juzguen.
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