Del señor Vivas ya se dice que podría sufrir un transtorno
mental transitorio. De hecho, tiene todos los síntomas del
“síndrome de ‘hybris’”, una enfermedad típica de políticos
descubierta y clasificada por el psiquiatra británico David
Owen, que fue ministro de Sanidad y de Asuntos Exteriores de
Inglaterra entre 1974 y 1979. El síndrome trastorna la
personalidad y provoca aislamiento, pérdida de la conciencia
ética, una conducta arrogante, incapacidad para discernir y
escuchar a los demás y una peligrosa tendencia a la huida
hacia adelante. En algunos casos graves, estos políticos
enfermos pueden hasta conducir a sus pueblos, de manera
irresponsable, hasta el desastre, la confrontación y la
guerra.
El político y psiquiatra David Owen, que fue ministro de
Sanidad y de Exteriores británico, afirma que sí, que muchos
de los que hoy nos gobiernan son peligrosos enfermos
mentales. La enfermedad explicaría muchos de lo que al
pueblo le resulta inexplicable, incluyendo las mentiras, los
fracasos y las medidas contra el ciudadano, la injusticia
reinante, la corrupción y la torpeza estúpida frente a la
crisis.
Pero Vivas no es el único que parece sufrir “síndrome de ‘hybris’”
en España. A juzgar por lo que se ve, parece que ningún otro
país de Europa tiene tantos enfermos mentales en el poder o
dirigiendo partidos políticos e instituciones públicas.
Zapatero, cuando precipitó a España en la ruina y el fracaso
lo hacía desde la demencia que provoca la Moncloa, al igual
que González cuando puso las bases para la corrupción
masiva, o Aznar, cuando fue dominado por la arrogancia e
incumplió sus promesas de regeneración, o Rajoy, cuando al
llegar al poder ha hecho todo lo contrario de lo que
prometió en campaña, engañando y estafando a la nación, o el
andaluz Griñán, que pugna por dirigir el PSOE a pesar de
estar manchado por el escándalo corrupto de los ERES
mafiosos, uno de los más terribles de la historia moderna de
España, o el actual ministro del interior, ciego ante las
injusticias y abusos, pero obsesionado por defender con
policías y guardias a los diputados frente a pobres
manifestantes que no tienen más fuerza que la de interponer
sus cuerpos a los gases y porras de la policía.
Cuando Zapatero se hundía sin remedio en las encuestas,
rechazado visceralmente por los españoles, le preguntaron,
en una entrevista, si se sentía mal ejerciendo el poder y
con millones de ciudadanos rechazándole, pero, ante la
sorpresa del entrevistador, afirmó que se sentía
perfectamente y que dormía a pierna suelta. Lo mismo
responderían hoy Rajoy, Montoro, Luis de Guindos, Artur Mas,
Dolores de Cospedal, Griñán y muchos otros políticos
españoles, incluido Juan Vivas, a pesar de que deberían
sentirse muy mal ante los estragos de la crisis, los
millones de desempleados y pobres que llenan las calles de
España y el inmenso sufrimiento que las medidas que ellos
adoptan causan a millones de españoles.
Tras desempeñar cargos como el de ministro de Sanidad
(1974-1976) y el de Asuntos Exteriores (1977-1979) en el
Reino Unido, Owen, médico de profesión, se concentró en los
años siguientes en la medicina y en la investigación del
cerebro humano. Durante este tiempo, el inglés ha
desarrollado una tesis sobre este “síndrome de ‘hybris’”,
para él un desorden de personalidad cuyos síntomas serían el
aislamiento, el déficit de atención y la incapacidad para
escuchar a cercanos o a expertos. David Owen (In Sickmess
and in Power, 2008) explica que el dominio del poder
ocasiona cambios en el estado mental y conduce a una
conducta arrogante, por lo que las enfermedades mentales
necesitan una redefinición que incluya el Síndrome de la
Arrogancia en el elenco mundial de enfermedades mentales.
A algunos políticos, como le está ocurriendo a Vivas, el
poder les hace perder la cabeza, los convierte en arrogantes
y soberbios y les aleja de la realidad, situándolos en una
peligrosa alienación que les hace perder la noción de la
realidad. Pero a otros los convierte en verdaderos y
peligrosos enfermos mentales, incapacitados, según Owen,
para tomar decisiones y gobernar. Cuando acceden al poder se
creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto
a la personalidad y muchas veces se tornan crueles. Algunos
creen que esa enfermedad se da únicamente en las tiranías,
pero lo cierto es que también se desarrolla en las
democracias, afectando a personas que han sido elegidas en
las urnas.
El síndrome, en los dirigentes que gobiernan las
democracias, al no poder comportarse como dictadores
crueles, tiene otros rasgos y manifestaciones: se sienten
eufóricos, no tienen escrúpulos, no son conscientes de sus
errores y fracasos y son capaces de dormir a pierna suelta
(como Zapatero) sin que ni siquiera les afecte el rechazo
masivo de los ciudadanos o su inmensa y aterradora cosecha
de fracasos, dramas y carencias que, para cualquier persona
con salud mental, resultarían insoportables.
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