“El tiempo”, que como el viento se lleva muchas cosas, se
puede definir de dos maneras distintas: “duración de las
cosas” y “estado atmosférico”. Existen otras acepciones,
pero estas dos nos resultan más que suficientes para
describir los acontecimientos ocurridos durante los últimos
días en nuestra pequeña, dulce y marinera ciudad.
Por un lado, el tiempo que pasa, el de los relojes, el que
ha dejado dos rastros distintos en los puntos de venta de
prensa de la ciudad. Uno, azul y resbaladizo… mantecoso
diría yo, provocado por la cantidad de jabón que le han dado
al Gobierno de la Ciudad después de que el otro rastro, el
nuestro, verde como los billetes que se han ido cayendo en
las cloacas de Urbaser, sacara a la luz unas cuantas
portadas que más de uno ha encargado enmarcar. Habrá quién
haya pedido que las quemen, pero tenemos más, eso no es
problema.
Por otro lado, el tiempo atmosférico, el que ha traído
nuevamente olas y viento, dejando limpios de jabón los
mostradores de los quioscos un día más. De nuevo, es sólo
“El Pueblo de Ceuta” el que está puntualmente en los puntos
de venta y suscriptores, fiel a su compromiso con los
lectores y, cómo no, con los anunciantes, que pagan porque
su publicidad llegue hasta el ciudadano a primera hora de la
mañana.
No nos cansamos de repetirlo y auguramos, sin temor a
equivocarnos, que volveremos a escribir sobre el mismo tema
una y otra vez. Tantas como el Estrecho deje incomunicada a
la ciudad y sea sólo “El Pueblo de Ceuta” el que se abra
entre las manos de los ceutíes para informar y hacer valer
el gasto que hacen las empresas anunciantes. Más tarde, si
es que llegan en el día, cuando ya la ciudadanía ha
desayunado con café, tostadas y noticias frescas, los
periódicos quedan apartados en domicilios, bares y
cafeterías, en manos sólo de algunos rezagados. Por lo
tanto, la información, y sobre todo la publicidad pierden
valor, mucho valor, aunque algunos la sigan cobrando igual.
¿Por qué este diario capea un temporal tras otro, sea del
tipo que sea?. En algunos casos, porque no tener miedo da
mucha fuerza y en otros porque nuestra rotativa, para la que
hicimos una inversión descomunal, una apuesta fuerte y
decidida, está en Ceuta. Aquí, donde se deben dejar los
impuestos, donde se debe crear empleo y aportar “movimiento”
a una economía que se desangra cada vez que cruza el
Estrecho para quedarse al otro lado.
Y es que sí, algunas palabras se las lleva el tiempo, en sus
dos acepciones, trasladando de un lado a otro lo que se
dice, lo que se cuenta, los versos repetidos hasta el
desgaste del ilustre Anglada. Se las lleva, pero no las
olvida, porque siempre vuelven, a veces con intención de
morder con fuerza, como el perro al que un “amo” manipulador
pone por delante hasta que deja de servirle. Momento en el
que el can, cansado de guardar la puerta y las espaldas,
mira hacia atrás y babea ansioso por cambiar el destino de
sus dientes.
El tiempo, de nuevo en sus dos acepciones, tiene una virtud
indiscutible, lo pone todo en su lugar: a un lado y otro del
Estrecho o frente a frente, según el caso.
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