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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 24 DE ABRIL DE 2013

 
OPINIÓN / ANALISIS

Vivas debe depurar responsabilidades

Por Ramiro T.


Los reponsables del Gobierno local constituyen una especie de hermandad nazarena en la que se cubren a unos a otros cuando vienen mal dadas, aunque en tiempos de gloria intenten devorarse con elegancia. Frente a la rapidez vertiginosa con que son desahuciados quienes no pagan su hipoteca, escasean las dimisiones, los cedes, las sanciones administrativas o inhabilitaciones por conductas tan ejemplares como el maquillaje contables, prácticas engañosas de todo pelaje y cualquier tipo de conducta que encaje en el código civil y penal.

Las últimas revelaciones sobre el caso de Urbaser, al que se añade ahora Contenur, son de la mayor gravedad y exigen la depuración de las responsabilidades políticas inmediatas. Y en estas últimas y de especial manera las del actual Consejero de Economía y Hacienda, Guillermo Martínez, y las del Interventor, José María Caminero.

Han sido nada menos que diez años con contabilidad irregular, con pagos indebidos, con descontrol, etc. Y alguien ha de hacerse responsable de este desastre con dinero público. Aquí, se han hecho todos los esfuerzos por matar al mensajero, en vez de pedir disculpas y ejercer responsabilidades a quienes son los causantes de esta dinámica de descontrol y anarquía contable.

No solo es el caso Urbaser. Hace ahora un año del asunto de las facturas escondidas en los cajones sin consignación presupuestaria y que hizo aflorar una deuda de 80 millones de euros con proovedores, otra alegría más fruto de ese descontrol contable, donde nadie fue culpable y tampoco se depuraron responsabilidades.

¿Dónde estaba el Consejero de Economía y Hacienda, Guillermo Martínez? ¿Y el Interventor, José María Caminero? ¿Cuál ha sido su intervención, cómo ha participado o como se ha inhibido? ¿Dónde estaban todos los que ahora pierden sus glúteos por recurrir a informes y a Comisiones de todo tipo? ¿Hasta ahora qué responsabilidad se ha tomado? Ninguna. Aquí, no se olvide, hay responsables políticos, que nadan en la mayor impunidad y se creen intocables por aquélla creencia de que en Ceuta nunca pasada nada. De momento.

Si el Presidente Vivas quiere mirar hacia otro lado allá él con sus decisiones porque perderá más credibilidad de la que se imagina. De hecho, la credibilidad del Gobierno local pasa por sus perores momentos. Juan Vivas, cada vez está más deteriorado en su imagen de rigor y pulcritud económica. Se ha demostrado que este verdadero desastre es como un pozo sin fin, porque ahora surge, con los mismos métodos el caso Contenur. ¿Es que toda esta situación no va a tener fin? ¿Es que todo el sistema financiero de la Ciudad está podrido?

No nos valen tantas Comisiones para no hacer nada y salir con la cabeza caliente y los pies fríos. Reuniones y más reuniones para luego acabar en estos métodos de república bananera. Todas las argucias para dilatar en el tiempo y tapar los desaguisados, son la fórmula de no aclarar nada y tratar de diluir las responsabilidades que ya deberían estar encima de la mesa.

Si Vivas no quiere cesar a Guillermo Martínez y a José María Caminero y pretenden arreglar el caso reforzando las posiciones, allá él. Y si quiere jugar, hasta el último disparo, a la ruleta rusa en el caso de Urbaser, allá él.

Pero se equivoca, porque aquí no caben excusas, ni huidas hacia delante, ni escudos frente a la izquierda, ni mas mentiras ni mas obscenidad política y social. Más bien y al contrario a lo que obliga el presente momento es mucho más directo y sencillo: ejemplaridad y responsabilidad.

Y si Guillermo Martínez y José María Caminero no dimiten o son cesados, todo lo que haga el PP para recomponer su discurso se quedará en poca cosa o en nada, porque habrá perdido la credibilidad que le queda, que no es mucha y así habrá añadido a sus problemas de cohesión interna y de liderazgo cuestiones relativas a la honradez y a la dignidad y eso no se arregla con facilidad.

No es posible que ante este caos contable y económico, a Guillermo Martínez y José María Caminero no les saquen ni puntos del carnet. Y aunque las revanchas no conducen a nada, más de uno debe de añorar esa conducta expiatoria, esa sublimación del honor, que empujaba a ejecutivos japoneses a ahorcarse o hacerse el harakiri cuando quebraban sus empresas. Aquí, el máximo coraje que encontraríamos a la hora de autolesionarse podría solucionarse con una tirita. ¡Cielos, qué dolor!
 

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