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OPINIÓN - MARTES, 23 DE ABRIL DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los miedos de nuestro alcalde
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Mis muchos años escribiendo en tres medios escritos de esta ciudad, me han permitido conocer a sus editores, a sus directores y, cómo no a muchas personas con las cuales compartí tarea. También creo saber algo de las malas andanzas de algunos políticos. De entre ellos, créanme, hay uno del cual podría permitirme el lujo de analizar concienzudamente su forma de proceder.

Por lo que me desagradaría, a estas alturas de mi vida, verme obligado a tener que escribir de sus actuaciones con esmero y cuidado minucioso. No en vano compartí con nuestro alcalde, cuando era funcionario destacado, muchas horas relacionadas con la ya extinta Agrupación Deportiva Ceuta. Siendo él directivo muy principal y yo entrenador.

También me reuní con él, en su despacho de Procesa, casi todos los días de la semana, durante tres años, a esa hora en la que a mí me entonaba ya del todo un segundo café y a él, en cambio, un té le sentaba la mar de bien. La de veces que el funcionario Vivas y yo habremos pegado la hebra sobre los asuntos más dispares.

Debo decir, antes de continuar, que esta segunda fase de encuentros con Vivas se había producido gracias a que nuestras relaciones anteriores habían terminado de mala manera. Puesto que confiar en él ciegamente me costó verme, de la noche a la mañana, sin un duro. Fui víctima de un engaño. Y, por tanto, ninguna culpa tuve de verme en la indigencia.

Por consiguiente, cuando por parte de Vivas acepté una nueva oportunidad de trabajo, quizá porque la conciencia de éste no estaba tranquila, acudí ya con conocimientos suficientes de la persona con la que iba a sellar un compromiso que abarcaba una tarea a largo plazo: formar jugadores en una escuela donde el racismo no imperara bajo ningún concepto. Fue mi primera condición. Condición en la que me extenderé otro día.

Pronto comprendí, aunque ya no me sorprendió la postura del funcionario Vivas, que la escuela de fútbol estaba condenada nada más dar sus primeros y titubeantes pasos. Pues había dos políticos que se oponían a que el Instituto Municipal de Deportes diera cobijo a todos los niños de Ceuta, sin distingos de clase, raza o religión.

Así, tras no pocos desencuentros con el funcionario Vivas, comenzamos a distanciarnos nuevamente y nuestras conversaciones fueron cada vez más espaciadas y menos deseadas por ambas partes. Por la suya, porque yo le resultaba ya molesto; en cuanto a mí, porque sabía perfectamente con quien me estaba jugando los cuartos.

Obligado el funcionario Vivas a decirme su verdad, la verdad del porqué la escuela de fútbol carecía de futuro, me respondió así: “Están a punto de gobernar dos políticos de los que no me fío. Ya que ambos son capaces de complicarme la vida como funcionario. Y a los dos les desagrada en extremo que tú dirijas la escuela”.

Me levanté del asiento, y le dije a Vivas que me iba derecho al despacho del alcalde, Fructuoso Miaja, a decirle las razones que tenía para dejar, por deseo propio, mi puesto fijo como empleado laboral del IMD. Lo último que le oí decir a Vivas es que me quedara en el organismo como monitor de baloncesto. Y me negué en redondo.

Pasados 23 años de lo contado, Vivas sigue dando pruebas evidentes del pánico que le tiene a Aróstegui y a Montero. Es algo que no ha conseguido superar. ¿Por qué será…?
 

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