Mis muchos años escribiendo en
tres medios escritos de esta ciudad, me han permitido
conocer a sus editores, a sus directores y, cómo no a muchas
personas con las cuales compartí tarea. También creo saber
algo de las malas andanzas de algunos políticos. De entre
ellos, créanme, hay uno del cual podría permitirme el lujo
de analizar concienzudamente su forma de proceder.
Por lo que me desagradaría, a estas alturas de mi vida,
verme obligado a tener que escribir de sus actuaciones con
esmero y cuidado minucioso. No en vano compartí con nuestro
alcalde, cuando era funcionario destacado, muchas horas
relacionadas con la ya extinta Agrupación Deportiva Ceuta.
Siendo él directivo muy principal y yo entrenador.
También me reuní con él, en su despacho de Procesa, casi
todos los días de la semana, durante tres años, a esa hora
en la que a mí me entonaba ya del todo un segundo café y a
él, en cambio, un té le sentaba la mar de bien. La de veces
que el funcionario Vivas y yo habremos pegado la hebra sobre
los asuntos más dispares.
Debo decir, antes de continuar, que esta segunda fase de
encuentros con Vivas se había producido gracias a que
nuestras relaciones anteriores habían terminado de mala
manera. Puesto que confiar en él ciegamente me costó verme,
de la noche a la mañana, sin un duro. Fui víctima de un
engaño. Y, por tanto, ninguna culpa tuve de verme en la
indigencia.
Por consiguiente, cuando por parte de Vivas acepté una nueva
oportunidad de trabajo, quizá porque la conciencia de éste
no estaba tranquila, acudí ya con conocimientos suficientes
de la persona con la que iba a sellar un compromiso que
abarcaba una tarea a largo plazo: formar jugadores en una
escuela donde el racismo no imperara bajo ningún concepto.
Fue mi primera condición. Condición en la que me extenderé
otro día.
Pronto comprendí, aunque ya no me sorprendió la postura del
funcionario Vivas, que la escuela de fútbol estaba condenada
nada más dar sus primeros y titubeantes pasos. Pues había
dos políticos que se oponían a que el Instituto Municipal de
Deportes diera cobijo a todos los niños de Ceuta, sin
distingos de clase, raza o religión.
Así, tras no pocos desencuentros con el funcionario Vivas,
comenzamos a distanciarnos nuevamente y nuestras
conversaciones fueron cada vez más espaciadas y menos
deseadas por ambas partes. Por la suya, porque yo le
resultaba ya molesto; en cuanto a mí, porque sabía
perfectamente con quien me estaba jugando los cuartos.
Obligado el funcionario Vivas a decirme su verdad, la verdad
del porqué la escuela de fútbol carecía de futuro, me
respondió así: “Están a punto de gobernar dos políticos de
los que no me fío. Ya que ambos son capaces de complicarme
la vida como funcionario. Y a los dos les desagrada en
extremo que tú dirijas la escuela”.
Me levanté del asiento, y le dije a Vivas que me iba derecho
al despacho del alcalde, Fructuoso Miaja, a decirle
las razones que tenía para dejar, por deseo propio, mi
puesto fijo como empleado laboral del IMD. Lo último que le
oí decir a Vivas es que me quedara en el organismo como
monitor de baloncesto. Y me negué en redondo.
Pasados 23 años de lo contado, Vivas sigue dando pruebas
evidentes del pánico que le tiene a Aróstegui y a
Montero. Es algo que no ha conseguido superar. ¿Por qué
será…?
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