Ha sido escribir en la Miscelánea
semanal sobre lo que me dijo un directivo de la Agrupación
Deportiva Ceuta, en los ochenta, acerca de doce millones de
pesetas sustraídos de una cuenta del club por otro
directivo, antes de que yo conociera que él tenía firma como
titular en esa cuenta mancomunada, y ya han empezado a
llamarme por teléfono. Así que he tenido una ajetreada
mañana de domingo.
Quienes se han puesto en contacto conmigo, deseosos de oírme
mencionar el nombre de los directivos, sobre todo del que me
dio el chivatazo del trinque, para curarse en salud, ya que
estaba convencido de que más pronto que tarde yo iba a
enterarme del fraude y de su participación en él, no han
conseguido su deseo.
Aunque no he tenido el menor inconveniente en hablar del
asunto con mis interlocutores, y recordarles que lo mejor de
la historia es que sepan los dos sujetos de aquel desliz,
por encima de todo, que a mí no se me ha olvidado lo que
hicieron. Y que mantener en secreto sus nombres me viene
mejor que airearlos.
Ante mi postura silente, uno de los que han charlado conmigo
al respecto, que fue también directivo en aquellos años,
político en activo, y que tiene muchos conocimientos de
cuanto se ha venido cociendo en esta ciudad, durante varias
décadas, no se corta lo más mínimo en preguntarme si uno de
los sujetos de la cuenta mancomunada es el mismo que me
ofreció dinero para que cogiera el barco de las ocho y
dejara tranquilo a un banco que había manejado mi cuenta a
discreción.
Pero yo no caigo en la trampa. Por más que mi inquiridor,
con sagacidad y vocación de detective, no ceja en su empeño.
La siguiente pregunta no tardó en llegar: “¿Acaso la persona
que trató de comprarte para que las vergüenzas del banco no
salieran a relucir, haciendo de intermediario de la entidad,
no fue la misma a la que tú le firmaste un contrato en
blanco, con las condiciones pactadas de antemano, y te
estafó?
Perdona, amigo, pero prefiero no decir ni pío. Ya que mis
silencios valen más que mis palabras. Así que te pido, por
favor, que no continúes queriendo saber. De no ser así, me
vería obligado a tener que colgarte el teléfono. Lo cual,
dada nuestra amistad, sería muy desagradable para mí.
A propósito, insiste él, ¿qué pasó en el Instituto Municipal
de Deportes -así se llamaba el organismo en los ochenta-
cuando tú descubriste lo que descubriste…, y lo pusiste en
conocimiento de la persona que estaba al frente de todo ese
tinglado deportivo y que era, si mal no recuerdo, la misma
que figuraba en la cuenta mancomunada de la Agrupación
Deportiva Ceuta y asimismo hizo de intermediario del banco
referido?
Voy a colgarte… Sí; porque tú, con las preguntas que me
estás haciendo, demuestras que no eres mi amigo. Y que lo
único que buscas es que yo, en un alarde de indiscreción o
de valentía desproporcionada, cometa el error de nominar a
la persona que suele hallarse siempre, desde hace muchos
años, en el centro de todos los escándalos económicos que se
han venido produciendo en la ciudad. A fin de meterme en un
lío morrocotudo.
Manolo, por más que te niegues a pronunciar el nombre
de quien figuraba en la cuenta mancomunada de la extinta
Agrupación Deportiva Ceuta, ya habrá quien se encargue de
investigar y de propalarlo por toda la ciudad. Y tú sabes
que el mejor periodismo es el que se hace en la calle.
Máxime en los tiempos que corren.
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