En cuanto he oído al ministro
Arias Cañete recomendarnos la ducha de agua fría para
ahorrar energías, he salido pitando hacia la consulta del
mejor dermatólogo que hay en la ciudad. Cuyo nombre me
reservo, no vaya a ser que se me molesten los demás
especialistas de la cosa en Ceuta.
Y tras decirle que la última vez que me duché con agua fría
fue en Burgos, en el Estadio de Zatorre, en el mes de enero
del año 1959, por más ganas que tengo de complacer al
ministro que está emparentado con los Domecq, las duchas de
agua fría me siguen acollonando. Su sola mención hace
posible que me entre una tiritera espantosa.
Y el especialista de la piel, que es un señor muy cachondo,
y que las coge al vuelo, me ha respondido inmediatamente: “A
ti, Manolo, te pasó en Burgos lo que ahora le pasará
a Guillermo Martínez con los pagos indebidos de
Urbaser, que, en cuanto oiga hablar de la basura,
reaccionará oliendo a mierda. Y no podrá evitar movimientos
de su nariz tan ridículos que serán causa de risa a su
alrededor.
Hecha la comparación, el especialista me fue explicando lo
buena que es la ducha de agua fría para el organismo. Sus
ventajas son innumerables. Conque me sería imposible
enumerarlas de memoria, por más que lo quisiera hacer. Eso
sí, amén de que mejora la piel, si uno se enjabona con un
Lagarto natural, a ser posible de color beige, no sólo
obtendrá una importante repercusión exterior sino también
interior. En suma: que la ducha de agua fría alivia
tensiones, sirve cual reconstituyente, actúa como relajante,
y ayuda a mantener la mente despejada. Con lo cual las
personas estarán más activas y dispuestas a cumplir con sus
obligaciones más y mejor.
En vista de que nuestro alcalde es un señor que gusta
sobremanera llevar a la práctica todo cuanto recomiendan los
ministros populares, no tengo la menor duda de que les hará
ver a sus concejales la necesidad que tienen de cumplir a
rajatabla con lo recomendado por Arias Cañete. Y pronto lo
veremos haciéndole el artículo a la ducha de agua fría.
De momento, el señor Martínez, Guillermo él, será el primero
que deba prescindir del agua caliente. No sólo para dar
ejemplo de austeridad, sino porque lleva mucho tiempo como
ido. Mas bien atolondrado, aturdido, precipitado… Y si,
además, los pagos indebidos a Urbaser le han afectado a sus
pituitarias y el hombre se pasa las horas y las horas
oliendo mal y haciendo morisquetas con la nariz, las duchas
de agua fría más que necesarias le son ahora
imprescindibles.
Incluso habría que preguntar a los expertos, en tratamientos
así, si no sería conveniente que el portavoz del Gobierno se
diera baños en sitios de bajas temperaturas, a fin de
recuperarlo cuanto antes para la causa de un gobierno del
cual Aróstegui dice que sus componentes no valdrían
ni para ser bedel en colegio alguno.
Las duchas de agua fría, insisto, mejor si uno se enjabona
con un Lagarto natural, de color beige, ayudan también a que
las mujeres sean más receptivas en el tálamo nupcial. Y a
partir de ahí, en ese estado de satisfacción, no hay humano
que no llegue al tajo con los ánimos subidos de tono y
entusiasmado. Los gobernantes locales, para combatir el
pasmo, deberán seguir el consejo de Arias Cañete. En lo
tocante a Aróstegui, dado que lleva ya mucho tiempo oliendo
a guano, necesita una terapia, con amigo turco, en tierras
nórdicas.
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