Aróstegui es un personajes peculiar. Unas veces se convierte
en martillo de herejes y en otras, en salvador de causas
perdidas. Unas veces va a proa y otras a popa. Dependiendo
siempre de lo que precisan sus intereses. Su fijación con
este periódico es de psicoanálisis y su propia concepción
política es un ejercicio de locos: lo mismo propugna una
izquierda que se saca de la manga que se alía con la UDCE
para estar en el Ayuntamiento. Igual critica a este
periódico, calificándolo de ‘panfleto verde’ al servicio del
Gobierno, que nos ataca por lo contrario. A estas alturas de
la vida no hace falta recordar que Aróstegui lleva a
rajatabla la cita de Groucho Marx. “Estos son mis
principios. Pero si no le gustan tengo otros”.
Así, es capaz de atacar a este periódico porque él
interpreta que EL PUEBLO critica al Gobierno porque se
siente perdedor en un contrato de publicidad institucional,
mientras aplaude -bajo ese mismo planteamiento- las
ocultaciones y el silencio cómplice de quien se siente
ganador, es decir, EL FARO, en el que él escribe.
Arremete contra EL PUEBLO como ya antes lo hizo, en una caza
de brujas contra José Antonio Carracao por sus trámites
sobre una permuta laboral. Así es Aróstegui.
En fin, la realidad es que Juan Luis Aróstegui sale a la
palestra, obligado por las circunstancias, al tercer día de
un escándalo en el que se está denunciando el mal uso de
fondos públicos y rompe su silencio justo cuando el Fiscal
le da traslado al juez de lo Penal. Su comportamiento y el
de Caballas ha quedado tan al descubierto ante la ciudadanía
que no hace falta decir nada más. Juzguen ustedes.
Pero cuidado, como también decía Groucho Marx, Aróstegui
puede parecer un idiota y actuar como un idiota, pero no se
deje usted engañar, es realmente un idiota.
A nosotros no nos engaña. Ya le conocemos.
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