La prensa libre puede ser desde
luego buena o mala, pero con toda seguridad, sin libertad no
puede ser más que mala. Es lo que pensaba Albert Camus
al respecto. Y la verdad es que no era un intelectual
cualquiera.
El Pueblo de Ceuta fue puesto a prueba cuando el GIL se
apoderó de la voluntad de una mayoría de ceutíes que vio en
el dueño de Imperioso al hombre que nos iba a conducir hasta
la tierra prometida. Las mentiras de los dirigentes de unas
siglas corruptas hicieron posible que lo más granado de la
ciudad se dedicara a hacer proselitismo de Antonio
Sampietro y de una tal Aida Piedra. Ambos
personajes forman ya parte de la peor historia de esta
tierra.
Insisto: El Pueblo de Ceuta fue puesto a prueba en momentos
donde convenía decirles a los ceutíes que se anduvieran con
sumo cuidado ante las falsas promesas de unos fulanos que
habían decidido arribar a Ceuta para esquilmarla. Para
ponerla en la senda de los despropósitos. Con el fin de
conducirla por la ladera que llevaba irremisiblemente a la
sima donde reinaba solamente la perdición y la ruina.
Fue entonces, y sé de lo que hablo, por haber vivido aquel
tiempo intensamente, cuando El Pueblo de Ceuta decidió ser
un periódico libre. Un periódico dispuesto a oponerse a los
intereses de una burguesía local. La cual estaba convencida
de que el GIL le iba a resolver todas las necesidades
económicas a la que aspiraban sus más destacados miembros.
El Pueblo de Ceuta estuvo, durante tres largos años,
amenazado, perseguido, boicoteado: pero su editor decidió no
doblegarse ante las innumerables dificultades con las que
era atosigado por la línea editorial del medio. Aquel
comportamiento, tan apreciado por Albert Camus, influyó
tanto en mí, que, en cuanto se me presentó la oportunidad,
no dudé lo más mínimo en hacerme con la contraportada de El
Pueblo de Ceuta.
Diez años llevo en esta Casa. Y en ella, como en cualquier
casa de familia, he pasado y sigo pasando por momentos
mejores y peores. Ya que si escribir es difícil, mucho más
lo es cuando las discrepancias se suceden entre opinante y
editor. Por razones obvias. Por cuestiones de intereses
opuestos. Aunque es verdad que siempre terminamos por
someternos a la razón de los resultados positivos de nuestro
acuerdo.
Pues bien, válgame todo lo dicho para decirles a mis
lectores que hoy me lo he pasado en grande. Hoy, quiere
decir miércoles, que es cuando escribo. Y me explico: acabo
de llegar de la calle donde todo el mundo habla de la
portada de nuestro periódico. De la primera página. De la
careta sensacional que El Pueblo de Ceuta les ha ofrecido a
los ceutíes.
El título ha sido el siguiente: “Presunta malversación de
fondos públicos”. Y la noticia se ha ilustrado con una
fotografía de un alcalde al cual se le notan demasiado las
huellas del desgaste de quien está a un paso de perder el
norte. Lo cual sería una auténtica hecatombe para él. Por
razones que no vienen al caso referir en estos momentos.
Donde ha de imponerse la calma. Por el bien de todos.
Y digo de todos. Porque no está el horno para bollos. Y si
los ceutíes creen que la basura ha sido el medio apropiado
para que unos cuantos sinvergüenzas se lo hayan llevado
calentito, mal asunto. Y, claro, El Pueblo de Ceuta piensa
como Camus. Y no hay más.
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