Persona muy afín a Juan Luis
Aróstegui, y con quien a mí me agrada hablar
sobremanera, siempre que coincidimos caminando muy de
mañana, tiene a bien decirme que su amigo es mejor persona
de lo que cualquiera, que no lo haya tratado, pueda deducir
de mis opiniones acerca del sindicalista, político,
profesor…
En vista de que mi interlocutor es educado, siempre lo fue
cuando se dirigió a mí, algo que viene haciendo desde hace
muchos años, no tuve el menor inconveniente en facilitarle
la tarea para que pudiera seguir haciéndole el artículo a su
admirado y más que apreciado Aróstegui. Convencido de que
éste seguramente gozará de ciertas cualidades que a mí me
han sido imposibles percibir. Así que procuré permanecer
atento a lo que se me decía.
Mira, Manolo, conociéndote como te conozco, y
sabiendo que tú estás bien informado, no acabo de comprender
que sigas diciendo que Aróstegui recibe varios sueldos.
Cuando me consta que sólo percibe uno. Aunque ni sé ni me
importa la cantidad de ese salario.
Bueno, eso se arregla muy pronto, yo publico lo que tú me
estás asegurando y dejamos que la gente decida si creérselo
o no creérselo. A mí, le digo, me da en las pituitarias que
pocos serán quienes pongan la mano en el fuego por lo que tú
manifiestas. Incluso no te diré lo que no querrás oír para
tratar de echarte abajo la idea mitificada que tú tienes de
tu amigo Juan Luis.
Vaya, hombre -responde mi interlocutor-, ya empiezas a jugar
con ventaja. No me cabe la menor duda de que eres un experto
en dejar entrever lo que a ti te interesa. Pues bien, te
haré la siguiente pregunta: ¿sabes tú de algún político de
la ciudad que no haya puesto la mano para llevarse a la
buchaca alguna que otra comisión?
Mira, Fulano, me lo pones a huevo. Yo no sé si hay algún
político que no haya puesto nunca el cazo en la ciudad, que
seguramente habrá uno o más de uno, pero lo que sí te puedo
asegurar es que no tendría el menor inconveniente en
recitarte de memoria los nombres de quienes sí han ganado
mucho dinero como comisionistas. Pero, dado que sigo siendo
prudente, te diré al oído el nombre de uno del cual tengo la
certeza de que trincaba cada mes.
La cara de mi amigo, tras susurrarle el nombre del político,
muy cerca de su oído izquierdo, según se va desde el Hotel
Tryp hacia la plaza de África, se incendió de ira. Y, tras
unos segundos de alterada confusión, estalló: ¿Quién en
algún momento de su vida no ha tenido deseos de ofrecerle a
su familia la posibilidad de vivir mejor que le permitía su
sueldo de profesor, funcionario o de maestro armero?
Muchas personas, sin duda alguna, han tenido ese deseo,
añado yo. Pero no todas decidieron convertir tan justo
anhelo en realidad. Que es lo que ha hecho, verbigracia,
Urdangarín.
De acuerdo. Pero a mí me corresponde decirte que Aróstegui
es un profesor entregado a su tarea. Que jamás creyó
conveniente liberarse como sindicalista. Que es un ejemplar
padre de familia. Un gran marido. Un magnífico abuelo. Y,
por si fuera poco, es el político más inteligente que ha
nacido en esta tierra. Hasta el punto de ser la cabeza
visible de la coalición Caballas. Ya que Mohamed Alí
está para lo que está… Y encima, y reconozco que lo que voy
a decir lo has dicho tú, muchas veces, maneja al alcalde
como le da la gana. Además, gracias a Aróstegui no nos
aburriremos en el Debate del estado de la Ciudad. Amén
-respondí yo.
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