Con la que está cayendo en nuestra
España, en todos los sentidos, ningún interés tengo yo en
escribir sobre la respuesta que ha dado Yolanda Bel,
cargo tan destacado del gobierno local, acerca de lo que
haya dicho o haya dejado de decir el Tribunal de Cuentas
(asunto que ha vuelto a recordar Gaspar Zarrías en su
visita a la ciudad). Pues sabido es que las autoridades
locales se pasan por la entrepierna todo lo que diga ese
organismo fiscalizador. En rigor, dichas autoridades no
tienen arreglo. Lo cual es un problema que debe resolverse
en las urnas.
Con la que está cayendo en nuestra España, carezco del más
mínimo deseo de dirigirme a Francisco Antonio González,
delegado del Gobierno, a quien estimo, por difícil que él me
lo haya puesto en tantas y tantas ocasiones, a fin de
recomendarle silencios sonoros.
Con la que está cayendo en nuestra España, me produce rubor
destacar el triunfo del Ceuta en tierras onubenses. Por más
que me dé a mí en las pituitarias que esta victoria, la
segunda conseguida por el primer equipo de la ciudad, lejos
del Murube, puede ser el mejor acicate para que los ceutíes
no vuelvan a perder más esta temporada.
En España se ha desatado el maniqueísmo. Estamos viviendo,
una vez más, esa división de buenos y malos. Una
clasificación peligrosa y que ha llegado al extremo de
impedir que la Monarquía pueda hacer una política de
concordia. Pues bastante tiene el jefe del Estado con sus
problemas.
Regresamos a los tiempos donde se hablaba de “los del Cerro
de los Ángeles y los otros”; si bien es cierto que el Rey y
parte de su familia no han cesado de meter la pata hasta el
corvejón. La verdad, es la verdad, la diga Agamenón o su
porquero. ¡Incluso aunque la diga el puerco! En este caso,
conviene aclarar que la Iglesia no es la de entonces. Que su
evolución ha sido mucha.
En España, hemos pasado de congratularnos por tener una
Familia Real que no nos la merecíamos, lo cual nos hacía
mirar con desdén incluso a la Corona británica, la Monarquía
por excelencia, a ver de qué manera va aumentando el deseo
de que vuelva la República. Un sistema político que nunca
gozó de fortuna en España.
La Primera República fracasó por la violencia cantonal y el
prestigioso metal de los sables, con lo cual la Restauración
inauguró un período de estabilidad excepcional en la España
del siglo XIX, aunque más frágil de lo que hoy se tiende a
presentar.
La Segunda República, que tuvo a Ortega y Gasset como
su mejor valedor, debido a que nunca soportó el borboneo de
Alfonso XIII, padeció también la ira del prestigioso
intelectual. De ahí que contemplando el espectáculo que la
República ofrecía, no dudó en decir: “No es eso, no es eso”.
Y es que pronto se dio cuenta de que se había equivocado al
creer que la República iba a ser un instrumento para una
profunda y constructiva evolución de la sociedad española.
La Historia conviene leerla, y además concederle su
importancia, para saber lo que no debemos hacer. En el caso
que nos ocupa, resulta evidente que la España republicana
fue siempre un desastre. Un sistema de gobierno que, por
hache o por be, careció dos veces de suerte y concitó odios,
enfrentamientos y hasta nos condujo a una guerra civil.
Cruenta donde los haya. Con la que está cayendo en España,
bien haríamos en salvar a la Monarquía. Aunque apretándoles
las tuercas a Los Borbones. Que son…
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