Debido a la imputación de la
Infanta Cristina, por parte del juez José Castro,
creo conveniente transcribir literalmente la columna
publicada el martes, 28 de febrero de 2012. Que es la que
sigue:
Elvira Rodríguez, que de experta en números con
Rodrigo Rato, pasó a Medio Ambiente como ministra,
sustituyendo al mallorquín Jaume Matas, cuando
Aznar, y que es ahora presidenta de la Comisión de
Economía y Competitividad en el Congreso, es mujer que
siempre me ha caído bien cuando la he visto haciendo
declaraciones en la televisión.
La última comparecencia de Elvira Rodríguez ante los medios
ha sido para criticar la actuación del juez José Castro por
haber tenido a Iñaki Urdangarín sometido tantas horas
a un interrogatorio que a ella se le antoja excesivo. Su
parecer, respetable, faltaría más, evidencia sin embargo que
a ella no le hace mucho tilín la forma de proceder del juez
que dictó auto contra el ex presidente del partido balear,
el popular Matas.
Tras escucharla atentamente en una emisora de radio, la
señora Rodríguez me pone en condiciones de hacerme a la idea
de lo que le espera al juez instructor del caso Palma
Arenas. Le espera, y ojalá me equivoque, estar bajo
permanente situación de vigilancia. Cada paso que dé será
seguido y escudriñado, cada palabra suya analizada
minuciosamente, cada presencia ante los medios será motivo
de polémica, y así hasta que se complete círculo con el más
que seguro indagar en su vida.
Del juez Castro nos darán pelos y señales de su infancia, de
su adolescencia, de sus padres, de sus comportamientos, de
sus gustos…; y aflorarán hechos que a nadie deberían
interesar a fin de servirnos la desnudez del personaje. En
su día, supimos que Castro escribe con un estilo
inmejorable. Que argumenta sus autos con reflexiones
irónicas. Algunas han sido calificadas de imaginativas y
brillantes. Literariamente.
Cosa rara entre los profesionales de la judicatura. Cuestión
ésta que he tenido ocasión de oírsela comentar a varios
jueces. Quienes me confesaron sin rubor alguno que se habían
acostumbrado a escribir con excesos de gerundios y acabaron
por componer frases de este tipo: “El agresor huyó, siendo
detenido horas después”. Cuando lo correcto es: “El agresor
huyó y fue detenido horas después”. Ya que las nociones
expresadas de “huida” y de “detención” no son
cronológicamente simultáneas. Cierto es que hay jueces con
muy buena pluma; pero ellos mismos reconocen que son los
menos.
Ahora bien, por buena pluma que tenga el juez Castro, ésta
no le va a impedir que el ‘caso Nóos’, complejo y peligroso
donde los haya, lo acabe poniendo a prueba en todos los
sentidos. Y hasta puede que su forma de proceder, en el
ejercicio de sus funciones, le haga granjearse la envidia de
la profesión. No en vano la envidia generada por Garzón
entre propios ayudó a su acoso y derribo. A propósito, en el
caso de las escuchas no hubiera pasado nada por anularlas
con la consiguiente amonestación. Verdad es que Garzón pecó
a veces de ingenuo, según profesionales de la cosa.
En fin, que el juez Castro ha comenzado ya su vía crucis
junto a Urdangarín. De modo que instructor e imputado,
aunque de manera bien distinta, van a recorrer un camino
paralelo. Que es el de estar abocados a sufrir las
inclemencias de un proceso que afecta a la Monarquía. Lo
cual no es moco de pavo. Así que día llegará en que al juez
le zurren la badana los medios cortesanos.
|