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OPINIÓN - JUEVES, 4 DE ABRIL DE 2013

 

OPINIÓN / SNIPER

Hijos de Egipto
 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

Llovía ayer con ganas, para variar, en la desembocadura del caudaloso Bougregreg. Una húmeda madrugada dio paso por la tarde a un cielo gris y encapotado, con lluvias y claros, mientras pese a ciertos defectillos de forma pero merced a la cortesía y amabilidad de la diplomacia egipcia en Rabat lograba tener en mis manos, a última hora, el ansiado y preceptivo visado para volar mañana vía Casablanca hasta El Cairo donde, voto a Breogán, confío poder secar los huesos durante dos apretadas semanas al cálido sol del fértil delta del Nilo.

No solo Egipto, ese gran país, es un “don del Nilo” como ya advirtió el historiador griego Herodoto. Nosotros, Occidente, también. Si a nuestra honda base cultural grecorromana va superpuesta la cultura judeocristiana (y aunque en menor medida también la islámica), nuestro ancestro cultural más profundo hunde sus raíces desde Menfis, en el Imperio Antiguo, para eclosionar en el Imperio Nuevo hacia el 1374 ADEC (Antes de la Era Común) con la peculiar revolución monoteísta (con un toque panteísta) de Akenatón, el “faraón hereje” (¿trasunto del profeta Moisés?) y su bella esposa Nefertiti. La historia no solo empieza, de forma atípica por cierto, en Sumer. Sigue y queda anclada, por siglos, en Egipto. Y muchas de nuestras creencias derivadas del común padre Abraham (escribo de judíos, cristianos y musulmanes, los “tres hermanos” separados) pueden perfectamente rastrearse en la densa y prolífica herencia cultural del majestuoso país del Nilo. Sin renunciar a lo ya conocido y la herencia del Fértil Creciente debemos ir asumiendo que, cultural y religiosamente, somos hijos en verdad del Antiguo Egipto. Todos los caminos conducen, no a Roma, sino al Nilo.

Tras el proceso puesto en marcha por la mal llamada “Primavera Árabe” y la retirada del “rais” Mubarak (sucesor de Sadat tras el complot en que este es asesinado en 1981), Egipto se ha convertido en un peculiar e inmenso laboratorio social al que aún le queda un largo y complejo camino por recorrer y experimentar. No sé si el espíritu aperturista y revolucionario de talante laicista de la simbólica Plaza Tahrir (Liberación) ha sido traicionado, pero ha quedado claro que la marea islamista de los Hermanos Musulmanes que se había quedado inicialmente al margen ha sabido capitalizar el momento, merced en buena medida a su disciplina y capacidad organizativa, haciéndose en buena medida con el poder político mientras, desde sus acuartelamientos, el poderoso e influyente ejército egipcio observa el tablero. Hay mucho en juego pues si, por un lado, es verdad que en el seno de la mayoritaria comunidad musulmana, sobre 70 millones de personas, confluyen diferentes tendencias claramente contrapuestas (en el campo del islamismo los Hermanos Musulmanes parecen haber apostado por la real politik, mientras los extremistas salafíes abogan por una política dogmático-sectaria y de máximos) con una minoritaria pero activa sociedad culta, de tendencia claramente reformadora y aperturista, egipcia es también la minoritaria comunidad cristiana (los coptos en sus tres ramas, la mayoritaria ortodoxa, la católica y la protestante), unos 8 millones de almas, que están siguiendo con gran aprehensión los acontecimientos pues se saben blanco seguro (aunque no el único) del terrorismo yihadista. Las revoluciones son siempre aguas turbulentas. Y en este largo y complicado proceso Mursi (representante de los Hermanos Musulmanes) debe tener claro que él es, hoy por hoy, el presidente de todos los egipcios. Egipto no es solo, por su dimensión geográfica y humana, el gran país árabe. Su estabilidad es un referente en todo Oriente Medio. Si En Egipto las reformas (y la convivencia social y confesional, junto al progreso económico) se consolidan se habrá dado un gran paso hacia adelante. Y el futuro del país, tanto a nivel interno como cara al exterior, solo es posible en un marco de confianza y estabilidad. Hagamos votos por ello. Inch´Alah. Salud y coraje. Visto.
 

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