Reunión de hombres: cinco
concretamente. En este caso, y aunque ustedes no lo crean,
el tema principal de la conversación no ha sido la crisis
económica, ni la corrupción política, ni el ‘caso
Bárcenas’, ni el asunto de los ERE, ni el revuelo que se
ha formado con los ratos de ocio de Feijóo en el pasado.
Tampoco se ha charlado del Barcelona ni del Madrid; ni mucho
menos de Mourinho ni de Casillas. Y les
aseguro que hemos pasado por alto esas palabras de nuestro
alcalde en las que parece reconocer que se le ha echado la
vejez encima. Vamos, que se ha dado cuenta de que los años
no perdonan. Lo cual ha propiciado que su concejala
predilecta, Mabel Deu, se haya atrevido a
recomendarle la jubilación. Con todo cariño, ¿eh?
Ha salido a relucir el sueño. Y todo porque a un contertulio
se le ocurrió decir que desde hace tiempo le cuesta lo
indecible pegar ojo. Es decir, que se pasa las noches en
blanco. Apenas había expuesto su problema, afloró la noche,
la cama, y quien dice cama dice vida sexual; conque el
problema de concordancia o discordancia de los ritmos
circadianos apareció inmediatamente.
-El que duerme menos, tiene que tener forzosamente más ideas
bullendo en su cabeza que el que duerme más. Sin contar las
razones puramente fisiológicas –comentó otro de los
reunidos.
La respuesta no se hizo esperar, por parte de alguien, cuyas
hazañas sexuales son tan bien expresadas por él como ciertas
parecen. Al menos, existen más que indicios de que no va de
farol.
Al grano: “Casi todos los hombres sufren una erección al
despertar. Por consiguiente, experimentan el legítimo deseo
de ‘utilizarla’. Cuando la esposa, la compañera o la amante
duermen en ese momento propicio, y esto durante años, el
hombre siente a la larga, una auténtica frustración”.
Una vez iniciada la conversación acerca de lo concerniente
al tálamo sexual, interviene un tercero con ánimo de bajar
la temperatura ambiental, expresándose de esta guisa:
“Los niños, la tele, los problemas de dinero, el trabajo,
los trastornos de salud, las tareas domésticas acumuladas al
final del día, el almuerzo familiar del domingo, las
carreras en el supermercado, las comidas demasiado pesadas y
bien regadas, los tabiques demasiado delgados, los dos
trabajan, el teléfono que suena… Como veréis, la lista de
los impedimentos para amar es infinita.
Cuando decide intervenir el cuarto de los contertulios, lo
único que se le ocurre es pronunciarse mediante una
exclamación: “¡Pobres hombres!” Y continúa opinando: “Nunca
antes los varones habían recibido tantas órdenes en el
lecho. Desde hace siglos, era él quien tenía la iniciativa.
La obediencia no es su fuerte. Y cada vez es más frecuente
que no resista la prueba. A partir del momento en que un
hombre no se siente enteramente dueño de su influjo sexual,
no hay nada que demuestre que no pueda sentirse mal”.
Quien así se manifiesta es sexólogo. Y a los demás
contertulios sólo nos queda la obligación de escucharlo
atentamente. Ya que donde se pone un profesional que se
quite cualquier diletante.
Después de lo que dijo el sexólogo, y muchas más cosas que
no salen por falta de espacio, surgió el chisme: nos tocó
saber que la señora de un político importante había puesto
el mingo en un acto oficial, fechas atrás. Y a medida que
fuimos conociendo los pormenores de su comportamiento, fue
aumentando el interés de los reunidos por saber todo acerca
de la metedura de pata de la fémina. En fin, un mal día lo
puede tener cualquiera. No pasa nada.
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