Esto es la avalancha que no cesa y
a medida que pasa el tiempo va creciendo un poco más y cada
día más la llegada de estos inmigrantes clandestinos para
los que habrá que hacer la multiplicación de los panes y los
peces, si es que se los quiere atender dignamente.
Ya son muchos los años, desde que, poco a poco, se iban
colando gentes que trataban de encontrar un lugar al sol que
en su tierra no se les daba.
Recuerdo cómo se empezaron a asentar en aquellos “locales”
del ángulo, hasta el famoso día de los disturbios que frenó,
durante un poco de tiempo, las llegadas en auténtica masa.
Desde entonces, sin embargo, la sucesión de las entradas, de
una u otra forma, se ha ido sucediendo y se han ido
sucediendo los distintos métodos de entrada, pasando de las
ya casi olvidadas pateras a las entradas a nado o a las,
cada vez más frecuentes, balsas hinchables.
Métodos muy variados para lograr un mismo objetivo, la
entrada a territorio español y de aquí a donde se pueda.
Y Ceuta va soportando esto como realmente puede, o lo mejor
que puede, pero no debemos olvidar que el punto de mira no
es Ceuta, en concreto, o Tarifa, por más señas.
El punto de mira, desde el continente africano, es todo
aquello que bordea el Mediterráneo, o lo que es lo mismo,
España, Italia y ..., muy poco más, porque Francia queda
demasiado lejos de África, aunque tenga su parte en el
Mediterráneo, y otros países, con costas al propio
Mediterráneo, están para que les rescaten a ellos y no para
acoger a otros.
Sea como sea, desde hace años, es un éxodo que se hace
imposible frenar y si no ahí está la situación que está
viviendo Ceuta a diario o esta otra en la que los
guardacostas italianos se encontraron el pasado viernes con
que tuvieron que interceptar a casi 700 inmigrantes, que no
iban, precisamente, a que el Papa les lavara los pies, en la
Semana Santa.
Estos inmigrantes, en su mayoría africanos, trataban de
llegar a tierras italianas en 10 embarcaciones nada seguras.
El riesgo, todo hay que decirlo, es muy grande. La aventura
es la búsqueda de un sitio mejor o la muerte asegurada,
cuando una de esas frágiles embarcaciones transportaba unas
150 personas.
Esa nave, por llamarla de alguna forma, envió una petición
de auxilio a unas 80 millas de la isla siciliana de
Lampedusa.
La sorpresa, si ahora y en esto puede haber sorpresas, es
que junto a esa nave que había pedido ayuda, a escasos
metros había otra muy parecida o más frágil, otra nave de
goma con 70 pasajeros.
Esto es algo más del suma y sigue que los gobiernos ya
debieran haberse puesto de acuerdo para poder atajar estas
situaciones, que representan una tragedia humana, en muchas
ocasiones y, además, unas situaciones anómalas desde el
mismo principio.
Ser pobre, está claro, es una desgracia, pero ser pobre en
territorios en los que no hay nada más que leyes
benefactoras para unos y hambre y desgracia para los demás,
es lo peor que puede darse en el mundo.
Es el momento en el que, desde Europa, y especialmente con
relación a esos territorios que envían personas hambrientas,
los gobiernos traten de dar una solución, para que muchos de
esos, además de morir de hambre, no tengan que morir en
medio del mar, abandonados a su suerte y a la de las
inclemencias del propio mar. Ha llegado el momento en el que
algo hay que hacer.
|