La huelga en el servicio de
ambulancias “MP”, lejos de suponer un planteamiento más o
menos reivindicativo supone un estado máximo de precariedad
absolutamente vergonzoso. No parece de recibo que, un
servicio sanitario tan esencial como éste, se vea bajo
mínimos en la máxima extensión del término y no porque lo
determinen los parámetros de la huelga, sino por las
penurias del local en el que carecen de luz, agua y hasta
combustible para los vehículos. Este estado de “inanición”
económico es surrealista y da la sensación que se quiere
dejar morir el servicio con la anuencia de INGESA y
Delegación del Gobierno por la pasividad que muestran. Unas
instituciones que no pueden permitir que se de esta precaria
y lamentable imagen al enfermo que utiliza los servicios
cuando se están abonando unas prestaciones cuya función está
bajo mínimos.
El estado de la situación no mejora, al menos, de manera
aparente, cuando los trabajadores detectan que la supuesta
nueva aspirante a prestar este servicio cuenta con
antecedentes de problemas en los lugares de la península en
donde desempeñan sus funciones. Por ello, habría que velar
por el rigor y la seriedad en un servicio que así lo
requiere, no ya como medio laboral de más de una treintena
de trabajadores, sino al menos, por las funciones
asistenciales que desarrolla en el traslado de enfermos con
unas muy especiales características en la limitación de su
movilidad.
Permanecer impasibles ante tal desafuero no es mas que
constituirse en cómplice de una situación agonística,
vergonzosa y que habría de sacarle los colores al INGESA por
permitirla y, encima, seguir pagándola en precario.
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