Los poderes económicos, verdaderos
dirigentes de los países de la vieja Europa a través de la
Troika (FMI, BCE y Comisión Europea), ejercen su control
ciudadano mediante la presión y el chantaje. O recortas o te
ahogo económicamente. O reformas tu Constitución para dar
prioridad a mi lucro por encima de las necesidades básicas
de tu pueblo o se te suben los intereses de la deuda. O
haces lo que a mí me da la gana o por mis huevos que te
hundo. Así es como los poderosos hacen uso del poder en
Europa. Ante esta tesitura, la respuesta de los pueblos no
puede limitarse al respeto de las reglas del juego y al
“buenrollismo” inofensivo. No se puede luchar contra un
gigante a base de pellizcos.
El arma más poderosa en la lucha entre pobres y ricos es y
ha sido siempre el miedo, miedo de unos a no poder comer o
trabajar mañana y miedo de otros a perder sus privilegios.
El Estado de bienestar conocido en Occidente tras la II
Guerra Mundial ha sido una conquista, una concesión que se
obligó al capitalismo a otorgar ante el miedo de éste a la
influencia de la URSS y los gobiernos del Este. Muchas
veces, medio en broma, medio en serio, se dice que los
mayores beneficiados por los avances del “socialismo real”
(independientemente de la opinión que cada uno tenga de
dicho sistema) fueron precisamente los trabajadores del
bloque capitalista. El capitalismo tuvo miedo y cedió. Tras
la caída del muro, ese miedo fue desapareciendo y hoy
estamos asistiendo a las consecuencias que el capitalismo
envalentonado, libre de un contrapoder que le presione, que
le meta miedo, produce en la sociedad: más horas de trabajo
por menos salario, privatizaciones, vulneración de la
Sanidad y la Educación públicas, ataques indiscriminados a
los derechos laborales, desigualdad, hambre, etc. Aunque
suene duro, las conquistas sociales, igual que la cesión de
derechos por parte de los trabajadores, se consiguen
mediante el miedo. ¿Qué armas han tenido los sindicatos
durante toda su historia para meter miedo a los propietarios
de los medios de producción que ejercían su poder mediante
el miedo al despido y la pobreza? Pues huelgas, sabotajes,
movilizaciones y piquetes. Pura correlación de fuerzas, pura
lucha de clases, pura política. El uso del miedo es un
factor vital en la política y quien diga lo contrario miente
o ignora la realidad. Lo importante es saber sobre qué
colectivos se ejerce ese miedo y a partir de ahí tomar
partido por un bando u otro.
Tal vez las expresiones “violentas” de los pobres sean más
vistosas o llamativas, pero esto es sólo debido a la
tremenda desigualdad que en la lucha existe entre unos y
otros. Unos pueden llevar a cabo su presión y su violencia
mediante gobiernos títeres que a través de decretos-ley
disfrazan de democracia lo que no son más que medidas
antidemocráticas, y los otros tienen que tirar de calle,
gritos, movilizaciones, pancartas, y a veces, pues sí,
medidas más radicales.
Otra arma imprescindible que poseen los poderosos son los
medios de comunicación, que son los encargados de instaurar
en el imaginario colectivo ese puritanismo estúpido en el
que currantes que no llegan a fin de mes se alarman más ante
un contenedor ardiendo que ante un chaval muerto por las
pelotas de goma de la Policía. La manipulación del lenguaje
es primordial. El poder y sus medios nos dicen que los ricos
que se marchan de un país de gobierno socialista están
“huyendo”, mientras que los miles que tienen que irse de
países capitalistas como España emigran o “deciden
marcharse”. Subir los impuestos a los ricos es hablar de
“esfuerzo” fiscal, mientras que bajárselos supone un
“alivio” fiscal para toda la sociedad...y todos somos más
partidarios del alivio que del esfuerzo. Nosotros, los
“recursos” humanos debemos hacernos un hueco en el “mercado”
laboral, que quede bien clarito nuestro papel de mera
mercancía. No hay guerras imperialistas ni invasiones, sino
intervenciones militares para llevar la democracia a los
pueblos, dejando por el camino “daños colaterales”, no
muertos inocentes. Europa no chantajea; Europa rescata. Los
ejemplos son interminables y Francisco Márquez, el diputado
de nuestra ciudad, lo sabe bien, y como buen defensor de los
privilegios de la clase a la que se representa no duda en
manipular y en ejercer ese uso despreciable del lenguaje.
Como toda esa caverna mediática a la que hacía referencia en
mi artículo de la semana pasada, el señor Márquez ha
catalogado de “fascistas” los métodos utilizados por la PAH.
No voy a hablar otra vez de este tema para no repetirme,
pero sí que quiero apuntar que no deja de ser curioso que
sean estos señoritos del Partido Popular los que se dan
golpes de pecho a la hora de hablar de fascismo cuando son
ellos los que nombraron Presidente de honor vitalicio a un
verdadero fascista como Manuel Fraga. Obviamente, los
“escraches” no son un método fascista. Como escribió hace
unos días en twitter Pablo Iglesias Turrión, profesor de
Ciencias Políticas de la UCM y director de los debates
políticos La Tuerka y Fort Apache, “los escraches son hoy lo
que el Derecho de Rebelión fue para la Democracia: su máxima
expresión”. El miedo debe cambiar de bando. Algunos dirán
que al hablar de miedo estoy llamando a la violencia. Bueno,
tontos y obtusos siempre ha habido
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