Mientras el pueblo descansaba, en
la mañana del Jueves Santo pasado; lloviznaba tenuemente sin
cesar, calando la lluvia hasta el tuétano de las comisuras
óseas de los pavos rellenos, que se encontraban revoloteando
por el mercado de abastos, dando muestra de debilidad, al
permanecer casi inmóviles al chorrearles las gotas frías por
todo su plumaje y pico.
Eso ocurría cuando me dirigía al kiosco de prensa, al que
acudo casi todos los domingos y demás festivos. En el que me
ponen al corriente de los últimos chascarrillos acaecidos.
Siendo uno de los que me contaron, el momento de tensión
vivido entre dos cofradías sevillanas, cuando se cruzaron en
la carrera oficial procesional, y a punto estuvieron en la
noche del miércoles sus respectivos devotos de liarse a
mamporrazos, por culpa de que la lluvia hizo acto de
presencia, y una cofradía perjudicó a la otra con su
pasividad, en la retirada escopeteada que debieron hacer
ambas, para que el aguacero no perjudicara las tallas.
¡Qué pena!, respondí, cuánta tensión hay en la sociedad y ni
en esta semana de tanta fe se relajan los nervios. Pero
servidor si lo estaba mientras repasaba la prensa haciendo
tumboning en el butacón de mi despacho. Y más, cuando
degustaba unas torrijas caseras, elaborada por mi amiga Mari
Carmen.
Todo, estimado lector, proseguía en paz y en calma en la
ciudad de mis sentidos. Y por no moverse no lo hacían ni las
neuronas más inquietas de mi masa encefálica en forma de
cerebro. Porque por una u otra causa a pesar de tan
significativa festividad, los viajeros y demás viandantes
escaseaban tanto, hasta el punto, que los despistados que me
topé a las claras del día, eran un par de los que frecuentan
diariamente los bares del acceso central de la jungla donde
moro al sur de al-Andalus.
Disfruté, después, de un paseo por la carretera del faro,
para ingerir las dosis necesarias de energías positivas, que
me proporciona el salitre del Mar Mediterráneo y del Océano
Atlántico al unir sus aguas en El Estrecho.
Siendo una ideal estampa para ser inmortalizada con versos y
poemas, para que se empapen de las sensibilidades que
transmite esa paz, la que solo saben captar los más sutiles
bohemios y románticos, hasta inmersos en el mundanal ruido
en hora punta de un día laborable, en los que la
contaminación tanto atmosférica como cívica, no dejan ver
más allá de lo preciso.
Circunstancias de ceguera que me ocurriera, al cerrárseme
las persianas cuando releía horas posteriores en la siesta,
esta composición literaria que creaba. Porque una aireación
propia de los más tradicionales sainetes de la España
quijotesca penetraba en mi estado, provocando que se me
adormecieran las yemas de los deseos, al teclear con tanta
franqueza mis pensares.
Pero, imprevistamente, una llamada telefónica me despertó
del letargo que padecía. Comunicándoseme que la climatología
no era tan maligna como en horas anteriores, por lo que,
tuve que cambiar el plan estratégico previsto a desarrollar
durante la jornada. Aunque, hubiera preferido en esos
momentos, que jarreara intensamente, porque no me apetecía
lo más mínimo caminar y menos hacer footing, al estar
padeciendo unas agujetas impresionantes, doliéndome hasta el
cielo de la boca, como consecuencia de que hace unos días
comencé a realizar intensamente ciertos deportes, con objeto
de ponerme en forma, de cara a la cercana temporada
primaveral de playa, para lucir figura y palmito acorde a mi
precisa morfología, carente de tripa cervecera.
Es obvio, que no tengo abuelas, porque las pobres
fallecieron hace ya años, pero mis respetos y recuerdos
hacia ellas, sobre todo a la materna que fue con la que más
trato tuve en mi infancia, cuando en vacaciones la visitaba
en Ronda, y posteriormente en mi juventud la veía, cuando
fui a Hospitalet de Llobregat en busca de un futuro más
próspero y mejor que el que padecía en Andalucía.
Guardando inolvidables recuerdos de aquellos años. Pero como
tengo que volver a la cruda realidad que me rodea este
Jueves Santo de 2013. Paso página de mis batallitas, y
abandono mi posición horizontal poniendo pie a tierra,
porque de lo contrario, a la rosa de mis mares, si no le
hago caso se le desencaja la cara, y se le queda peor, que a
los que las preferentes en España y el corralito de Grecia
le han mangado, hurtado o chorizado los ahorros conseguidos
tras toda una vida de muchos esfuerzos y sacrificios.
Demostrándose, una vez más, que el terrorífico capitalismo y
sus tentáculos políticos, no premian a los buenos, sino todo
lo contrario. Y han de ser ellos, los causantes de tanta
barbarie, los que sean desahuciados y los que pasen años a
la sombra sin luz.
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